Don Juan era ya anciano. (También los don juanes llegan a ser ancianos, pero son siempre ancianos que sonríen).
Cierto día lo buscó un aprendiz de seductor.
-Maestro —le preguntó con ansiedad—. ¿Cuál fue tu gran secreto para seducir?
-Si te lo digo —le preguntó don Juan— ¿me prometes que a nadie más se lo dirás?
-¡Lo prometo, maestro, lo prometo! —juró aún más ansioso el aprendiz de seductor.
Don Juan, entonces, le hizo seña de que se inclinara sobre él, y le dijo en voz baja al oído:
-Mi gran secreto de seductor fue dejarme seducir.
¡Hasta mañana!...
Cierto día lo buscó un aprendiz de seductor.
-Maestro —le preguntó con ansiedad—. ¿Cuál fue tu gran secreto para seducir?
-Si te lo digo —le preguntó don Juan— ¿me prometes que a nadie más se lo dirás?
-¡Lo prometo, maestro, lo prometo! —juró aún más ansioso el aprendiz de seductor.
Don Juan, entonces, le hizo seña de que se inclinara sobre él, y le dijo en voz baja al oído:
-Mi gran secreto de seductor fue dejarme seducir.
¡Hasta mañana!...
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