jueves, 12 de marzo de 2009

Impuestos

De politica y cosas peores

Don Algón tuvo una aventurilla con su secretaria. Más bien —reconozcámoslo— tuvo con ella dos o tres aventurillas. O cuatro o cinco, o seis. O siete, ya no sé. El caso es que poco después la muchacha empezó a actuar con sobra de confianza. Don Algón la llamó aparte y le dijo: “Oye, nena: es cierto que tú y yo hemos salido algunas veces. Pero ahora estás faltando al trabajo; llegas tarde; te llevas mercancía a tu casa y sacas dinero de la caja. ¿Quién te dijo que podías hacer todo eso?”. Responde la muchacha sin dejar de masticar su chicle: “Mi abogado”...

El padre Arsilio estaba resolviendo un crucigrama. Le pregunta a la monjita que le ayudaba en la parroquia: “Sor Bette: ¿qué es algo que tiene la mujer, en cuatro letras, y las últimas tres letras son -oño?”. Responde sin vacilar Sor Bette: “Moño”. “Es cierto —dice admirado el padre Arsilio—. ¿Tiene usted un borrador?”. (No le entendí)...

Una de las tareas del Gobierno es cobrarnos los impuestos. Esa labor de cobro es una de las cosas que el Gobierno hace mejor, entre las muchas otras cosas que hace mal, o que debiendo hacer no hace. El problema no es que debamos pagarle impuestos al Gobierno. Tan inevitables como la muerte son esos tributos. El problema es que sentimos que buena parte del dinero que pagamos es mal utilizado. No hablo de corrupción, de peculado ni de malversaciones, hierbas malas que nadie ha podido —ni podrá nunca— arrancar de raíz. Hablo de todo aquello que se paga con nuestros impuestos y que no redunda en bien para la comunidad. Hablo de las enormes prerrogativas de que gozan los partidos políticos. Hablo de la costosa burocracia electoral. Hablo de los diputados y senadores que ni siquiera deben ganar una elección para tener acceso a las jugosas dietas que perciben. Hablo de los altísimos sueldos, bonos, prestaciones, aguinaldos y gratificaciones que se asignan a sí mismos algunos funcionarios y algunos mal llamados representantes populares. Varios meses del año debemos trabajar los mexicanos para ese Gobierno que no ha aprendido todavía a usar con eficiencia y con justicia el dinero tan trabajosamente ganado por los contribuyentes. No hay en el mundo quien pague sus impuestos con una sonrisa. Los golpes en el bolsillo duelen a veces más que los del alma, y más —mucho más— que aquellos que nos damos en las espinillas. (Solía decir don Simón Arocha, señor de genio e ingenio de mi natal Coahuila, que Diosito bueno se equivocó cuando nos puso el chamorro en la parte de atrás de la pierna. Debió ponérnoslo adelante, pues así nos evitaríamos aquellos dolorosos golpes en las espinillas. Puesto atrás, el chamorro para lo único que sirve es para que nos muerdan los perros). Pero al menos los ciudadanos de otros países no ven que su dinero se malgaste así. Somos un país pobre con partidos ricos, y con políticos acomodaticios muy bien acomodados...

En el bar un individuo trabó conversación con un hombre de color, y le confió que su vida marital era infeliz. “No logro —le dijo— que mi esposa se entusiasme en el momento del amor”. Le dice el afroamericano: “Cuando los de mi raza hacemos el amor solemos lanzarnos con ímpetu, y luego retirarnos poco a poco. Otra vez nos lanzamos con ímpetu, y de nuevo nos retiramos poco a poco. Eso satisface mucho a la mujer”. El individuo decidió poner en práctica tal técnica. Aquella noche, en efecto, al hacer el amor con su señora se lanzó con ímpetu, y luego poco a poco se retiró. De nuevo se lanzó con ímpetu, y luego se retiró con lentitud. La esposa observó aquello y dijo a su marido: “¿Y ahora? ¿Qué te ha dado por hacerlo como los negros?”...

FIN.

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