miércoles, 27 de febrero de 2013

Ganan mucho los diputados federales

“... Ganan mucho los diputados federales...”.

Observación pertinente
acerca de esos que sobran:
en verdad no ganan: cobran,
lo cual es muy diferente.

martes, 26 de febrero de 2013

Justicia cinematográfica

De politica y cosas peores

‘‘¿Estás teniendo sexo?” –le preguntó doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, a su hija célibe. Y es que la dama se consideraba progre. “Sí, mamá” –reconoció la chica. “Entonces ten esto” –le ofreció doña Panoplia. Y así diciendo le entregó a la muchacha un paquetito de condones. “No los necesito –dijo ella-. Sólo tengo sexo con mujeres”…

A pesar de ser crítico cinematográfico, a Pipo Lanarts le gusta mucho el cine. Hay algo, sin embargo en lo cual no está de acuerdo. Le parece una equivocación llamar al cine “el séptimo arte”. (Nota del autor: en México, cuando la producción de películas fue estatizada, el cine llegó a ser el arte número 792).

Opina Pipo que el cine es el primer arte de nuestra época; el que los suma a todos –como la ópera-, y el que con mayor claridad y difusión describe nuestro tiempo y nuestro mundo. Ciertamente hay cine malo, pero también hay mala poesía, y mala pintura, y mala música. Entonces, aunque es crítico de cine, Pipo Lanarts es fervoroso cinéfilo. Se había ausentado de las salas cinematográficas –cada vez le resulta más penoso salir de su casa, pequeño paraíso que disfruta intensamente-, y gozaba el llamado “cine en pantuflas”, el que se ve en casita. Pero ahora, con las salas VIP, donde se puede recostar como en su cama en comodísimos sillones, y disfrutar de variados comeres y beberes, Lanarts ha recobrado la magia de ir al cine. Vio las películas que fueron nominadas para el Óscar, y estuvo de acuerdo con los resultados, sobre todo con el que otorgó la estatuilla a Daniel Day-Lewis.

Histórica fue la noche del domingo, pues Day-Lewis recibió por tercera vez el Óscar al mejor actor, lo cual nadie, ni los más grandes entre los más grandes, había logrado. Desde luego está el caso de la enorme Katharine Hepburn, que en la categoría de mejor actriz se allegó cuatro estatuillas, pero aquí se habla del mejor actor. Pipo Lanarts ama el cine clásico; aquellas gloriosas películas fruto del star system en los años treintas, cuarentas y cincuentas; pero piensa que el cine de nuestro tiempo es igualmente bueno. No cree que el Óscar sea lo máximo en la carrera de un artista de la pantalla grande. Recuerda, por ejemplo, a Luise Rainer, la primera actriz que ganó el Premio de la Academia en dos ocasiones consecutivas -por “El gran Ziegfeld” y por “La buena tierra”-, quien luego cayó en injusto olvido.

Fue ella la primera y más notable víctima de la llamada “maldición del Óscar”. Tampoco ignora Pipo que algunos de los más grandes actores de Hollywood jamás obtuvieron el premio, entre ellos Richard Burton y Peter O’Toole, y que todavía no lo ha ganado una maravillosa actriz, Glenn Close, nominada seis veces, ninguna de las cuales ha subido al podio. Aun así Pipo Lanarts considera que el Óscar es obviamente un preciado galardón; vive con intensidad el colorido folclor que rodea a las ceremonias de entrega, y declara que los resultados de este año fueron justos. (¡Caramba, ni parece crítico de cine!)...

En cierta revista dedicada a mujeres en busca de marido apareció este aviso de ocasión: “Busco al hombre que me haga feliz. Marido ya tengo”…

En un avión iban sentados juntos un caballero y un perico. La azafata les preguntó que querían beber. El señor pidió un vaso de agua. El loro dijo: “A mí tráeme un whisky doble. ¡Y pronto, idiota!”.

La muchacha, asustada por aquel exabrupto inesperado, fue corriendo y le trajo el whisky al pajarraco. Fue tal su prisa que se le olvidó traer el agua que le había pedido el otro pasajero. El cotorro apuró de un trago el whisky, y en seguida le dijo a la azafata: “Tráeme otro igual. ¡Y rapidito, imbécil!”. Se apresuró otra vez la chica, y le trajo al perico la bebida. El señor, al ver que tampoco ahora le había traído la azafata el vaso de agua, pensó que sería atendido si usaba la misma táctica que el loro. Le dijo a la muchacha: “¡Y yo quiero mi vaso de agua, estúpida!”. No acababa aún de decir eso cuando llegaron dos fornidos miembros de la tripulación; agarraron al hombre y al perico, y abriendo la puerta del avión los arrojaron sin miramientos al vacío. Mientras el hombre caía vertiginosamente el loro lo alcanzó volando y le dijo: “Amigo: sólo si sabes volar puedes ponerte grosero en un avión”…

Al empezar la noche de bodas Meñico Maldotado se presentó por primera vez al natural ante su flamante mujercita. Le vio ella la alusiva parte y dijo con molestia: “Todo el argüende del noviazgo, la boda, y el viaje hasta acá ¿para eso?”…

FIN.

Tiempo de sandías. En ‘la pampa coahuilense’

Presente lo tengo Yo

En enero de 1942 llegó a Saltillo un insólito viajero: el general de brigada don Rubén García. Generalmente no viajaba en plan de general el general: lo hacía como explorador y excursionista, y vino aquí porque había oído hablar de unas grutas maravillosas que estaban cerca de nuestra ciudad y quería conocerlas.

Era hombre de mucha fama don Rubén. Pertenecía a la Academia de Ciencia "Antonio Alzate''; a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; a la Academia Nacional de Historia y Geografía; al Ateneo de Ciencias y Artes de México; a la Agrupación Mexicana de Presidentes y ex-Presidentes de Sociedades Científicas, y a la Unión Racionalista, sea eso lo que haya sido. También pertenecía el general -romántico pilón- a la Bohemia Poblana.

Forrado en tales pergaminos vino el general García a nuestros lares. Hizo el viaje desde Torreón. Lo impresionó el paisaje del desierto coahuilense, que describió con acentos a lo Manuel José Othón: "... Yermos continuos; eriazos en que medran señeros los roquedales y do el risco es nota que cambia apenas al compás de la tristeza y al ripio de la desolación...'', y con imágenes estridentistas: "... Aburrimiento de kilómetros que bostezan a lo largo de largas distancias...''.

Viaja en autobús el general viajero y llega a San Pedro de las Colonias. "... Se apresuran los vendedores. Ofrecen cabezas de chivo; muchos pasajeros engullen con fruición este guiso tan gustado en el norte. Algunos compran `lonches' (pan con jamón) y sorben sodas de toronja. Otros mascan a más y mejor un pedazo de madera llamado ‘quiote’ que desprende un juguito dulzón. `De ver dan ganas', dice vulgar proloquio. Por 5 centavos adquiero un trozo de ese árbol tatemado y doime a morder y chupar. El suelo queda cubierto de bagazos en un instante... Pasa un señor cenceño, atezado, de carnes rugosas, a quien todos saludan con atención. Es el general Cervera, viejo batallador, exgobernador del Estado y actual presidente municipal de la localidad...''.

El sol, los espejismos de arena, el horizonte inacabable hicieron a don Rubén García incurrir en hipérboles como las de Tartarín de Tarascón:

“... Las sandías de San Pedro gozan fama por sus dimensiones colosales: la mayor parte de las que se cosechan pesan de 11 a 27 kilos, y calabazas suelen encontrarse de 46 kilos de peso...''.

No le reprochemos esas exageraciones al general García. Las adquirió por contagio de los sampetrinos de entonces. Leamos:

"... -¿Es pobre San Pedro? -pregunto.

-No tanto -replica un señor-. Si lo que ha producido se hubiera empleado bien, sin duda superaría a Torreón, pues su algodón es de soberbia clase y abundantísimo. Con el dinero que ha producido sería dable empedrar toda la ciudad con adoquines de plata...''.

Otra parada del autobús, obligatoria aún en nuestros días: Paila. Veamos cómo era Paila en los años cuarentas del pasado siglo: "... Estación de gasolina y restaurante, constituídos ambos por un cuchitril con alerón. Es lo único habitado en varias leguas a la redonda, y marca la mitad de la ruta entre Torreón y Saltillo. En Paila mora con su familia un solo hombre, colono del arenal espantoso: Alberto González Peña, sujeto vigoroso y entusiasta, rubio y vivaz mocetón. Me mira de hito en hito, corre por un albuncillo forrado de piel y tendiéndome una página rosa, espeta:

-General: le ruego me dé su autógrafo. Hace unas cuantas horas pasó por aquí Rodolfo Gaona y también se lo pedí.

Escribo esta dedicatoria: ‘Al solitario habitante del desierto, al triunfador de la pampa inhóspita'...''.

Voces destempladas

Don Abundio relata historias reales que parecen inventadas, y dice descomunales mentiras que presenta como verdad irrecusable.

Cuenta de un compadre suyo a quien cierto día visitó. Al llegar a la puerta de la casa escuchó adentro voces destempladas. Era su compadre, que gritaba: “¡Vieja desgraciada! ¡Ya me tienes harto, zorra! ¡Me voy! ¡Me voy de esta casa para siempre!”.

Temeroso de algún desaguisado llamó a la puerta apresuradamente. Le abrió el dueño de la casa. Se veía tranquilo. Cauteloso, le dijo don Abundio:

-Oí gritos, compadre.

-Sí –respondió el tipo-. Mi señora salió, y estoy ensayando por si alguna vez me atrevo.
Narra esa historia don Abundio, y la remata:

-Yo ni a ensayar me atrevo.
 
¡Hasta mañana!...

Ningún mexicano ganó un Óscar

“... Ningún mexicano ganó un Óscar...”.

Lo digo con buenos modos
y en estado de conciencia:
si premiaran la violencia
los ganaríamos todos.

lunes, 25 de febrero de 2013

Creencias dogmáticas

De politica y cosas peores

H.L. Mencken, aquel desfachatado cínico, dijo que el hombre se resigna al matrimonio con tal de tener sexo, y la mujer se resigna al sexo con tal de tener matrimonio. Clarilí, joven esposa, llegó un día a su casa después de trabajar en la oficina, y quedó gratamente sorprendida al ver que su marido había hecho todos los quehaceres que usualmente ella debía hacer. El hombre arregló el departamento; lavó y planchó la ropa; bañó a los niños, les dio de cenar y los llevó a la cama, y finalmente preparó una sabrosa cena para su mujercita. Al día siguiente Clarilí le contó lo sucedido a una de sus compañeras. Ella no daba crédito. Le dijo con asombro: “¿Por qué hizo todo eso tu marido?”. Explicó Clarilí: “Es que en la noche siempre estoy demasiado cansada para hacer el amor, y él pensó que si esta vez me ahorraba las faenas de la casa yo estaría en disposición de brindarle un rato de buen sexo”. Preguntó llena de curiosidad la amiga: “Y ¿qué sucedió?”. “Nada —respondió Clarilí—. Él estaba demasiado cansado para hacer el amor”…

Nadie podrá acusar de modernismo a Keith O’Brien, cardenal británico. Se ha negado terminantemente a aceptar cualquier forma de unión legal entre personas del mismo sexo, y considera que la posición de la Iglesia en temas tales como el aborto y la eutanasia deriva de “creencias dogmáticas básicas de origen divino” de las cuales nadie se debe apartar. Sin embargo en recientes declaraciones hechas a la BBC de Londres el Cardenal O’Brien se manifestó a favor de que se discuta la cuestión del celibato sacerdotal. Muchos sacerdotes y religiosos, dijo, encuentran dificultades para cumplir ese voto, y deberían poder casarse y tener hijos. En opinión del cardenal tocará al nuevo Papa considerar si la Iglesia debe modificar su postura en este y otros asuntos que no son de origen divino. Nadie puede asegurar con bases firmes que el doloroso tema de los sacerdotes pedófilos está directamente relacionado con el celibato, pero pienso que no se equivocará quien diga que el celibato —inexistente en la Iglesia original— atenta en forma grave contra el derecho natural, que es creación divina, y obedece a causas puramente humanas. También creo que la Iglesia se revitalizaría, y que la crisis de vocaciones y la creciente deserción de fieles disminuirían al admitirse la existencia de sacerdotes casados y de casados sacerdotes. Igualmente considero que la incorporación de la mujer a funciones sacerdotales, como sucedía en los primeros tiempos de la Iglesia, aportaría nueva riqueza humana a la institución. Es gran atrevimiento del suscrito que habla opinar sobre asuntos tan complejos, pero también los laicos tenemos derecho a decir nuestro sermón…

Doña Pasita, mujer de pueblo, anciana, viajó a la gran ciudad en un camioncito Flecha Roja. Iba a visitar a sus nietas Juana y Petra, que hacía un par de años se habían ido a la urbe. La primera novedad con que se topó la viejecita al reunirse con las muchachas fue que ya no se llamaban como antes, Petra y Juana: ahora Juana era Jeanine, y Petra respondía al nombre de Pierrette. Mujeres citadinas, ya no eran aquellas sencillas y lozanas mozas que del pequeño pueblo habían salido. Al verlas tan enlucidas y adornadas doña Paz recordó una linda canción, La guarecita, que alguna vez oyó en Ecuandureo, Michoacán, cuando viajaba por el sur con su marido, visitador de la Recaudación de Rentas. Decía así esa antigua tonada al hablar de una mujer de la ciudad: “Usa rojas las mejillas, / las faldas a las rodillas, ha de ser  por la calor, / lleva las trenzas cortadas, / trae las ojeras moradas, / y las uñas de color…”. Así se veían Juana y Petra: iban pintadas como coche; parecían muñecas japonesas. También su modo de vestir había cambiado. Ya no lucían medias de popotillo en virulé, que así se dice cuando las medias se ajustan arrollándolas en la parte superior. Ahora gastaban medias caladas a través de las cuales dejaban ver las carnes del chamorro, cosa que a doña Paz le pareció por demás inconveniente. También llevaban profusión de perendengues (“Nomás les falta colgarse el molcajete” —pensó la anciana al verlas), y calzaban zapatos de tacón aguja, no de tacón panela, tacones anchos, como los que se usaban en el pueblo. Recelosa les preguntó: “Díganme, hijitas: ¿de qué viven?”. Respondió Juana, quiero decir Jeanine: “Cosemos, abuela”. Doña Pasita meneó la cabeza y luego dijo: “Ya me lo imasinaba”…

FIN.

La sabiduría de todos. Es decir, los refranes.

Presente lo tengo Yo

—Con esto y un buen bizcocho, hasta mañana a las ocho.
Se decía eso, jocosamente, al final de una cena opípara, abundante, para significar que se había cenado muy bien.
—Dijo Blas, y punto en boca.
Expresión usada irónicamente cuando alguien decía alguna cosa que pretendía ser la última verdad, el argumento definitivo.
—Pega la boca a la pared.
O sea: calla, contente, aguántate las ganas de hablar, de decir algo.
—A mear y a la camita.
Con esa frase se daba por concluído un asunto, alguna discusión.
—Comerse el lonche antes del recreo.
Eso hacían los novios que tenían trato íntimo antes de la boda.
—Peerse pa’ dentro.
Aguantar sin protesta algún mal trato o injusticia.
—Las de San Pedro.
Eran las lágrimas. Recordemos que el apóstol lloró después de negar tres veces a Jesús. Se le salieron “las de San Pedro’’.
—Le dijo las cuatro letras.
Es decir, le aplicó a una mujer cierta palabra bastante fuerte.
—Despacio, chinches, que la noche es larga.
Se usaba esa expresión para calmar la impaciencia de alguien que pedía más rapidez al hacer algo.
—Pringapiés.
Eufemismo para referirse a la diarrea.
—Quedarse con el chongo hecho.
Quedarse plantada una mujer que se arregló para salir con alguien que no llegó.
—Sonarse con el pañuelo de cinco puntas.
Sonarse con los dedos la nariz.
—Pipiolo.
Niño pequeño. Yo veía esa palabra en las tiras cómicas venidas de Argentina. Ahora me encuentro —Diccionario de Americanismos de don Francisco J. Santamaría— con que la palabra viene del náhuatl “pipiyolin’’, que quiere decir “niño’’, “chamaco’’.
—Este nomás oye por las nalgas.
Se decía del muchachillo que sólo hacía caso si se le aplicaban unas buenas nalgadas.
—Sin contar los años que mamó, lloró, meó, anduvo a gatas y fue a la escuela.  
Esa curiosa expresión se usaba luego de que una mujer había dicho su edad quitándose los años.

Pájaro madrugador

A este pájaro le llaman pájaro madrugador. Es el primero que abre sus alas a la luz.

No es hermoso, a menos que se diga que todos los seres vivos son hermosos. Su plumaje es gris, y apenas muestra en un leve tono amarillejo en la región del pecho. Tampoco canta bellamente; dice nomás un trino monocorde.  

Su único mérito, entonces, es el de madrugar. Él toma la noche y la convierte en día. Es un pequeño sol que ya está ahí cuando aparece el Sol.

Yo, que duermo aún —estoy dormido siempre—, sé que este pájaro madrugador —este madrugador pájaro— no duerme como yo. El día tendrá entonces quien le dé la bienvenida.
 
Y el mundo empezará a ser mundo en la mañana porque antes que ninguno amaneció el pájaro madrugador.

¡Hasta mañana!...

Problemas en la Universidad que creó López Obrador

“…Problemas en la Universidad que creó López Obrador…”
La Universidad citada,
a sus orígenes fiel,
si la creó Andrés Manuel
siempre estará emproblemada.

domingo, 24 de febrero de 2013

Recuerdos y costumbres

De politica y cosas peores

Día muy especial es el domingo. Algunos cristianos lo utilizan para pedirle a Dios que les ayude a ya no cometer los pecados que cometieron el sábado y que volverán a cometer el lunes. Antiguamente el domingo era llamado “el día del Señor”. Todos lo respetaban, con excepción de los golfistas. Ese respeto llegaba en ocasiones al extremo. En los últimos años del siglo diecinueve se le ocurrió al dueño de una fuente de sodas en Estados Unidos —la ciudad no ha sido bien determinada— poner sobre una porción de nieve de vainilla un poco de crema, mermelada de fresa y nuez molida, y coronarlo todo con una cereza. A tal ricura le dio el nombre de “Sunday”. Después, por presión de los ministros religiosos, que opinaron que tal nombre era una falta de respeto al día consagrado a Dios, le cambió una letra a la palabra, y así nació el famoso “sundae”. Nadie, ni en Estados Unidos ni en el resto del mundo, hacía sundaes tan espléndidos como los que en Saltillo preparaba la querida familia Nakasima en la nevería de su nombre. Esa delicia es uno de los mejores recuerdos de mi infancia. Me gustaría ser niño otra vez, primero para volver a ver a mis papás, y luego para volver a disfrutar un sundae de la Nevería Nakasima. Todo esto viene a colación porque los domingos no se deben profanar hablando de política. Narraré entonces algunos cuentecillos de humor lene, y luego me quedaré en casita, pues si todos los coches del mundo se pusieran en fila, uno tras otro, eso sería el tráfico de un domingo por la tarde…

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, llegó a su departamento después de medianoche. Ya en la cama se acercó a su esposa con intención erótica evidente. (El erotismo, dice Vargas Llosa, es el sexo desanimalizado). Le dijo la señora: “Hoy no. Me duele la cabeza”. “Qué raro —manifestó Afrodisio, pensativo—. Debe andar algún virus por aquí. Las vecinas del 12 y del 14 me acaban de decir exactamente lo mismo”…

A un argentino de Buenos Aires le aconsejó alguien: “Obedece siempre a tus superiores”. “¡Pero che pibe! —protestó el porteño—. ¿Dónde voy a encontrar uno?”…

Declaró Babalucas con tristeza: “Soy hijo póstumo”. Nací 10 años después de la muerte de papá”…

Doña Frigidia pidió en la farmacia una buena cantidad de vaselina. “La necesito para propósitos sexuales” —le informó al asombrado farmacéutico. “¿Para propósitos sexuales?” —repitió el hombre sin saber qué decir. “Sí —confirmó doña Frigidia—. Todas las noches unto con vaselina la perilla de la puerta de mi cuarto, y así mi marido no puede entrar a demandarme sexo”…

Don Languidio ordenó en la fonda un plato de menudo sonorense. Cuando se lo sirvieron hizo un movimiento brusco, y el plato entero le cayó en el regazo. “¡Qué bueno que te cayó ahí! —se alegró su esposa—. ¡Siempre he oído decir que el menudo de Sonora es capaz de resucitar a un muerto!”. (Evoquemos la cuarteta inicial del inmortal soneto que en homenaje de ese egregio condumio escribió don Francisco Bernal: 

“¡Oh menudo sabroso, te saludo / en esta alegre y refrescante aurora / en que reclamo alientos, pues es hora / en que tú estás cocido y yo estoy crudo!...”)…

El director del internado instruyó a los estudiantes de nuevo ingreso. Les dijo: “Se prohíbe a los alumnos varones entrar en el dormitorio de las chicas después de las 9 de la noche. El que sea sorprendido ahí después de esa hora será multado con 100 pesos la primera vez, 300 la segunda y 500 la tercera”. Se oyó la voz de un estudiante: “¿Cuánto por toda la temporada?”…

El padre Arsilio solía entrar rápidamente en la pequeña cantina del pueblo; pedía un tequila doble, se lo tomaba y luego se iba a su casa a comer. Cierto día llegó, como de costumbre, y se encontró con la novedad de que estaba ahí una mujer de amplísimos hemisferios posteriores. La guapa fémina pidió una cerveza, la bebió, pagó y se fue. Le preguntó el cantinero al padre Arsilio: “¿Qué le pareció esa muchachona, padre?”. “Ni siquiera la vi —declaró el amable sacerdote—. Jamás pongo mis ojos en cosas terrenales”. El tabernero, apenado, se disculpó, y luego le dijo: “¿Qué le voy a servir, señor cura?”. “Lo de siempre —respondió el padre Arsilio—. Un teculo doble”…

FIN.

Señora. Así se llama una canción. O varias.

Presente lo tengo Yo

Esta señora viene una vez por semana a visitar a su hijo. Los domingos llega siempre al colegio, al mediodía, y está con él toda la tarde. Lo lleva a la Alameda y le compra un rehilete y un manzaní. Después lo lleva de nueva cuenta al internado, y con un beso se despide de él.

Esta señora es elegante. Viene en carro de sitio. Las placas de ese automóvil son de Nuevo León. Viste con elegancia la señora, elegancia quizás un poco llamativa, al menos para los usos de Saltillo. Además es alta y rubia. Su peinado es de los que se llaman “permanente”. Parece artista. Le da un cierto aire a Emilia Guiú, la que salió con Pedro Infante en “Angelitos negros”.

Pero es muy reservada la señora, apenas cruza palabra con el Hermano que la recibe cuando llega y le entrega al niño. En el colegio hay internos y medios internos. Éstos nada más comen ahí; los otros también duermen. Les está terminantemente prohibido, bajo pena de pecado, decir cómo es su vida en el colegio. Los demás murmuramos. Alguien oyó decir que los internos se bañan con una especie de camisón que les llega hasta los pies.

También se dice que los internos rezan todas las noches un rosario, de rodillas, antes de ir a la cama. Quién sabe. Se ven tristes, eso sí. ¿Por qué? No lo podemos explicar. ¿Tristes, y todas las tardes, cuando nos hemos ido los externos, y los domingos además, tienen para ellos solos el gran patio de juegos, y los balones?

Algunos compañeros que viven por cerca del colegio han visto a la señora, y han visto también el automóvil en que llega. Es un De Soto azul. Un día yo también lo vi, por pura casualidad. Iba con mi mamá a visitar a la hermana de Héctor González Morales, una señorita que se llamaba Gudelia y vivía por la calle de Hidalgo al sur. Vi aquel enorme coche azul estacionado ante la puerta del colegio. En el preciso instante en que pasábamos salió mi compañero con la señora. Así supe que era su mamá. Al día siguiente revelé el dato, y eso me dio una popularidad que duró 5 minutos. ¿Acaso duran más las otras popularidades?

Pude ver bien a la señora. Recuerdo que me llamó mucho la atención una prenda de piel que le colgaba de los hombros. Hacía un poco de frío, y la señora lucía aquella piel que terminaba en una pequeña cabeza de animal, el hocico afilado, los ojillos negros de cuentas de cristal. Yo nunca había visto una prenda igual, pero mi mamá me dijo que las artistas usaban mucho tales prendas.

Demos ahora un salto en el tiempo. ¡Tantos saltos da el tiempo en nosotros! Ahora soy un jovenzuelo que va de ocultas a Monterrey y tiene amigos mayores que él. Estos amigos conocen ya las cosas de la vida. 

—Vamos allá —dicen un día.

Yo no sé dónde es “allá”, pero igual voy. Allá vamos todos. Estamos en la calzada Madero, y es de noche. Hay una puerta que tiene un foco rojo. Entramos por ahí a un salón oscuro. Hay mesas en donde beben hombres, algunos solos, otros acompañados por una mujer, solitarios todos. Algunas parejas bailan la torpe  música que sale de una murga. Junto a la puerta hay un mostrador. Aburrida ante una caja registradora, el rostro apoyado en una mano, perdida la mirada en el vacío, está la dueña del negocio, una mujer rubia, ya de años, que tiene una cierta semejanza con Emilia Guiú.

Historias de la creación del mundo

Aquella mañana el Creador estaba más atareado que de costumbre.
Parecía que iba a hacer su obra maestra.
Llegó el Espíritu y le preguntó:
—¿Qué haces?
Sin dejar de trabajar respondió el Padre:
—Estoy haciendo al salvador del mundo.
El Espíritu se sorprendió. Le dijo:
—¿Ya estás haciendo a tu Hijo?
Y contestó el Creador:
—No. Estoy haciendo al árbol.

¡Hasta mañana!...

Vuelve a subir el precio de los huevos

“… Vuelve a subir el precio de los huevos…”

Esa carestía es tanta
que toda la población
—lo digo sin intención—
ya los trae en la garganta.

sábado, 23 de febrero de 2013

Ahora sí hay Presidente

De politica y cosas peores

Esta columnejilla empieza hoy con un cuento subido de color. Las personas a quienes no les gusten los colores subidos deben omitir su lectura, y empezarla en la parte donde dice: “La buena noticia es que ahora sí hay Presidente. La mala noticia es que ahora sí hay Presidente”…

Un inglés, un irlandés y un escocés fueron a jugar golf con sus esposas. Los escoceses, ya se sabe, tienen fama de ser demasiadamente ahorrativos. Sucedió que una súbita ráfaga de viento le levantó la falda a la esposa del inglés, y se vio que la señora no traía nada abajo. “Es que no me das para que me compre ropa interior” –le explicó la mujer a su marido. El británico sacó la cartera y le dio dinero a su esposa para que la comprara. Sopló otra vez el viento, y le levantó el vestido a la irlandesa. También ella iba absolutamente ventilada en la región de la entrepierna. Le dijo lo mismo a su marido: no llevaba ropa íntima porque él no le daba con qué adquirirla. El irlandés se llevó la mano al bolsillo, sacó unos billetes y se los entregó a su cónyuge para que se comprara ropa y no fuera a sufrir algún accidente de hiperventilación. Una nueva ráfaga le alzó la falda a la esposa del escocés. “Begorrah! –exclamó el hombre-. ¿Por qué no traes calzones, woman?”. Respondió ella: “Porque tú no me das para comprarlos”. El escocés se llevó la mano al bolsillo y sacó un peine. Le dijo a su mujer: “Por lo menos ponte presentable”…

La buena noticia es que ahora sí hay Presidente. La mala noticia es que ahora sí hay Presidente. No incurrirá en falso testimonio quien diga que Felipe Calderón no gobernó. Si al paso de los años preguntara alguno: “¿Cuándo fue Presidente Calderón?”, la respuesta obligada sería: “Nunca”. En el curso del sexenio calderonista los gobernadores actuaron como se les pegó la gana. Se instauró un “feuderalismo” por el cual cada gobernador hizo de su estado un feudo o coto particular donde sólo su voluntad privaba. Calderón, encerrado en sí mismo y rodeado de incondicionales, dejó hacer y dejó pasar. El resultado fue un absoluto desmadre, si me es permitida esa ática expresión. Con el regreso del PRI ha vuelto el sistema presidencialista, y otra vez la autoridad se ejerce desde el centro. Ya se ha notado el ejercicio de ese control central. El último caso en que lo vimos fue con motivo del zipizape habido entre Beltrones y el guerrerense Aguirre. Fue suficiente una vaga alusión presidencial para que los dos belicosos personajes acallaran sus gritos pugnaces y se avinieran a la conciliación. Eso es bueno, pues en esta república de chómpiras es necesario que alguien ponga siquiera un viso de orden. El restablecimiento de ese control presidencialista, sin embargo, entraña el riesgo del autoritarismo si de él deriva el surgimiento de una sola voluntad omnímoda que todo lo determine y lo decida todo en el país. Eso no sólo sería retroceder: también sería volver hacia atrás…

En la antesala del laboratorio de exámenes clínicos el pequeño Juanilito lloraba desconsoladamente. Le preguntó Pepito: “¿Por qué lloras?”. Respondió Juanilito entre sus lágrimas: “Me hicieron un examen de sangre, y con una aguja me picaron el dedito”. Al oír eso Pepito rompió en gemidos desgarrados. Le preguntó, asustado, Juanilito: “¿Por qué lloras así?”. Y contestó Pepito sollozando: “¡A mí me van a hacer un examen de orina!”…

Aquella línea aérea se enorgullecía de la puntualidad de sus vuelos. Su lema era: “La Northern Arrow siempre sale a tiempo”. Cierto día un niñito que viajaba con su mamá le preguntó a la señora: “Mami: si los gatos tienen gatitos, y los perros tienen perritos ¿por qué los aviones no tienen avioncitos?”. La señora no supo qué contestar. El chamaquito repitió con tanta  insistencia la pregunta que hizo que la madre se desesperara y lo reprendiera levantando la voz. Acudió una de las azafatas a ver qué sucedía, y la señora le explicó: “Es que mi hijo me preguntó por qué, si los gatos tienen gatitos y los perros tienen perritos, los aviones no tienen avioncitos. No supe qué contestar. Insistió él, y me desesperé yo. ¿Acaso usted podría responder a esa pregunta?”. “Pienso que sí –replicó la muchacha-. En nuestro caso los aviones no tienen avioncitos porque la Northern Arrow siempre sale a tiempo”…  (No le entendí)…

FIN.

Escenas de baile

Presente lo tengo Yo

Es la noche del Sábado de Gloria. Esa noche hay baile en todos los ejidos, congregaciones y pequeños pueblos campesinos. ¿Dónde estamos? En cualquier parte del noreste de México. Puede ser en Coahuila; puede ser en Tamaulipas; puede ser en Nuevo León. El baile se lleva a cabo en un galpón, una como bodega grande que se usa para seleccionar manzanas. O naranjas. Toca un conjunto de acordeón, bajosexto y tololoche. Los músicos han tocado ya “La Cacahuata”, “El Circo” y “Evangelina”. Ahora interpreta “Los jacalitos”.

Un joven ranchero vestido con pantalón de mezclilla, camisa a cuadros, sombrero texano y botas vaqueras “nombra” a una muchacha del lugar. El ranchero es alto y es fornido. 

Cuando habla con sus amigos luce arrogante y decidido, pero ahora se nota tímido, y su voz casi es un murmullo cuando dice:

-¿Bailamos, señorita?

Ella levanta hacia él la mirada de sus grandes ojos cafés y responde:

-Ahorita no, gracias.

Pero él insiste:

-Aunque sea la del cumplimiento.

Ella se levanta a bailar. Es por cumplir, nada más, por no hacerle desaire a aquél que la ha invitado.

Termina la pieza y él la lleva a su lugar. Le da las gracias tocándose el ala del sombrero, pero antes de retirarse hace otra petición:

-¿Le parece si bailamos terciadas?

Le está pidiendo bailar con él una pieza sí y otra no. Eso sucede cuando los bailadores han estado a gusto con su pareja. Ella ha sentido el fuerte brazo del muchacho en su cintura, el cálido muro de su pecho y la ruda caricia de su mano, callosa mano de hombre trabajador. Responde entonces mirándolo con una nueva mirada:

-Bueno.

Ya no baila con nadie ninguno de los dos. Ambos esperan a que acabe la pieza de no bailar y llegue la de bailar. Y él la nombra de nuevo.

A la tercera él propone:

-¿Bailamos seguido?

Eso significa que ya bailarán todas las piezas el uno con el otro. Según las costumbres y usos lugareños eso es manifestación de un compromiso entre la pareja. Pero él no ha dicho nada. Y ella tampoco habla: cuando esperas no hablas. Entre una pieza y otra los dos quedan de frente, sin mirarse. Se acomoda él su paliacate, que trae en el cuello a modo de corbata; ella, con un pañuelito de encaje, diminuto, se enjuga las gotas de sudor en la frente. Ambos pierden la mirada en el vacío; parece que lo ven todo, pero no miran nada. 

Los ojos de uno quisieran posarse en los del otro, pero eso no se vería bien. Estamos en Coahuila -o en Nuevo León, o Tamaulipas- pero igual pasa por el aire la copla que recogió don Ricardo Palma en el Perú:

No me mires, que miran que nos miramos.
Miremos la manera de no mirarnos.
No nos miremos,
Y cuando no nos miren
nos miraremos.

Termina el baile. Son ya las dos de la mañana. Ha concluído la última pieza. Fue un chotis que se llama “Amor de Madre”. Lo pidieron las señoras de edad, ya como despedida. El ranchero conduce a la muchacha a su lugar. Ahí la esperan su madre, sus hermanas y amigas. Ella sonríe, pero se angustia en su interior: bailó toda la noche con aquel muchacho, y él no le dijo nada. ¿Cuáles serán sus intenciones? Sí no se le declara ella va a quedar mal ante el pueblo, y será objeto de irrisión. Ya llegan a donde están los otros. De pronto él la detiene por el brazo, la mira con mirada que es al mismo tiempo suplicante e imperiosa y le dice:

-¿Qué no comprende?

Ella comprende. ¿Qué mujer no comprende a su hombre? ¿Qué mujer no comprende la vida? Responde solamente:

-Sí.

Un año después se casan.

Fantasma

Este hombre no duerme nunca.

No puede dormir porque en la soledad de la noche un espectro se le aparece. El oscuro fantasma llega frente a él y lo mira; lo mira fijamente. Nada le dice. Lo ve en silencio con ojos de reproche.

El hombre se preguntaba quién era esa sombra que lo acusaba sin hablar. ¿Era acaso el espectro de su padre? Todo hombre lleva consigo, igual que Hamlet, el fantasma de su padre.

Cierta noche un vislumbre de luna atravesó el cristal de la ventana. El hombre pudo entonces mirar el rostro del espectro. Era él mismo. Él mismo era su fantasma.

No conozco el final de la historia. Quizá ni siquiera es historia. Quizá es solamente recuerdo.

¡Hasta mañana!...

El Chómpiras entregó las instalaciones del CCH

“… El Chómpiras entregó las instalaciones del Colegio de Ciencias y Humanidades. No habrá castigo para él…”


Se arregló el problema ya,
pero, con tal lenidad,
pronto, con seguridad,
otro Chómpiras vendrá.

viernes, 22 de febrero de 2013

100 años de la muerte de Madero

De politica y cosas peores

Pitorro fue en su juventud un tarambana. Todos los goces y deleites conoció, incluso algunos muy poco conocidos. Le llegó el momento, sin embargo, de sentar cabeza, para lo cual contrajo matrimonio. Un par de meses después de haber ingresado en ese claustro un amigo le preguntó cómo se sentía en su nuevo estado, después de su bien disfrutada soltería. “Estoy muy a gusto —declaró él—. Eso sí: continuamente debo recordarme a mí mismo algunas cosas, para no meter la pata”. “¿Cómo cuáles?” –quiso saber el amigo. “Bueno —explicó Pitorro—, cada vez que hago el amor con mi mujer, al final tengo que repetirme varias veces: ‘No le vayas a pagar. No le vayas a pagar’”…

Don Cornulio, cuya esposa era complaciente con todos, menos con él, despertó a su señora a medias de la noche. “¿Qué sucede?” –le preguntó ella, sobresaltada. Le dijo don Cornulio: “Voy a levantarme a hacer pipí”. La mujer se indignó: “¿Y para decirme eso me despiertas?”. “No —replicó mansamente don Cornulio—. Te despierto para que me cuides el lugar”…

El gato le dijo a la gatita: “Sería capaz de morir por ti”. “¿De veras? —ronroneó la gatita—. ¿Cuántas veces?”…

El jefe de personal le preguntó al aspirante a empleado de oficina: “¿Es usted productivo, joven?”. “Bastante, señor —aseguró el tipejo—. Tengo ocho hijos”. “Lo que le pregunto —aclaró el funcionario— es si es usted productivo en la oficina”. Contesta el otro: “Todos los hice en la oficina”…

Un sujeto visitó al doctor Pipino, reconocido urólogo. Le dijo: “Tengo un problema en mi ambulacro, doctor; quiero decir en mi parte de varón”. Pidió el facultativo: “Déjeme verla”. “Muy bien –respondió el hombre-. Pero una cosa tendrá que prometerme: no se reirá cuando la vea”. “Señor mío –se ofendió el doctor Pipino-. Soy un profesional de la ciencia médica, y tomo muy en serio mi labor. Cuando reviso a un paciente lo hago con tal seriedad que, comparado con el mío, el rostro de Buster Keaton es la máscara viva de la hilaridad. Permítame entonces examinar la dicha parte”. El tipo puso al descubierto su atributo varonil. Al verlo el doctor Pipino soltó una estentórea carcajada, y estuvo a punto de venir al suelo por causa de la risa. “¿Lo ve? –le dijo el hombre con dolorido sentimiento-. Le dije que se iba a reír”. “Perdóneme, amigo –se disculpó el galeno, apenado-. Lo que sucede es que en todos mis años de ejercicio no había visto a un hombre con un atributo tan ridículamente pequeño. ¡Es milimétrico, diminuto, mínimo! ¡Casi no se puede ver! Pero en fin, dígame qué problema tiene en esa parte”. Contesta el individuo: “La traigo muy inflamada”…

Durante muchos años —siete décadas— la noble figura de don Francisco I. Madero constituyó un molesto recuerdo para la clase gobernante. La democracia fue el ideal por el que dio su vida el coahuilense, y la creación de un partido oficial al término de las luchas llamadas revolucionarias instauró una era en la cual el sufragio efectivo no existió, y todas las prácticas democráticas fueron anuladas. El aniversario del sacrificio del Apóstol ha de ser ocasión para considerar si la democracia está ya asentada entre nosotros, o si, conculcada ayer por un solo partido, es hoy objeto de conculcación por varios. Igualmente debemos reconocer que la pobreza y la falta de educación del pueblo son males que permiten a los grandes poderes fácticos de la nación –los del dinero; los de la comunicación- influir decisivamente sobre los procesos de elección, en tal manera que si en tiempos de la dominación del PRI se nos decía que vivíamos en una “democracia sui géneris”, ahora nuestro ejercicio democráticos es aún más sui géneris. Desde luego no existe una democracia químicamente pura. Ni los griegos, sus inventores, la tuvieron. Sucede, sin embargo, que la democracia es ejercicio de ciudadanos libres, y la pobreza y la ignorancia impiden el goce pleno de la libertad. La democracia, entonces, en vez de ser ejercida por todos es administrada por algunos. A 100 años de la muerte de Madero no podemos decir que su ideal está cumplido. Tampoco están cumplidas las aspiraciones de justicia social que alentaron el movimiento revolucionario. Así las cosas, ese aniversario debe ser ante todo un remordimiento de conciencia…

FIN

Profetas y proxenetas (II)

Presente lo tengo Yo

Aquí se habla de hombres y de nombres

¿Qué grave asunto tratan Maximiliano de Habsburgo, futuro Emperador de México, y don Jesús Terán, ilustre mexicano nacido en Aguascalientes, abogado y liberal? Dejemos que nos lo cuente, en verso, don Juan de Dios Peza, que conoció de labios de sus contemporáneos la historia de esta insólita entrevista. Habla don Jesús Terán:

“... No aceptéis, señor, un trono
que tiene cimientos falsos,
ni os ciñáis una corona
que Napoleón ha labrado.
No quiere México reyes,
el pueblo es republicano
y si llegáis a mi patria
y os riegan palmas y lauros,
sabed que tras esas pompas
y esos mentidos halagos,
pueden estar escondidos
el deshonor y el cadalso”.

Oyendo aquestas palabras
dichas por aquel anciano,
a tiempo que por los aires
cruzó veloz un relámpago
tiñendo en color de sangre
la inmensidad del espacio,
sin dar respuesta ninguna
quedóse Maximiliano
rígido, lívido, mudo,
como una estatua de mármol.

Corrió inexorable el tiempo,
huyeron breves los años
y en una noche de junio,
triste, solo, ensimismado,
en vísperas de la muerte
el Archiduque germano,
en su celda de Querétaro
y en sus desgracias pensando,
así dijo conmovido
a uno de los abogados
que fueron a despedirse
en momentos tan aciagos:

 “Todo lo que hoy me sucede
a tiempo me lo anunciaron.

Un profeta he conocido
que sin doblez, sin engaño,
me auguró que en esta tierra
a donde vine cegado,
el pueblo no quiere reyes
ni gobernantes extraños,
y que si lauros y palmas
se me regaban al paso,
tras ellas encontraría
el deshonor y el cadalso”.

 “¿Quién ha sido ese profeta”
-al príncipe preguntaron-.
 “Era un ministro de Juárez,
sincero, patriota, honrado:
don JESÚS TERÁN que ha muerto
en su hacienda hará dos años.

¡Ah! ¡Si yo le hubiera oído!
¡Si yo le hubiera hecho caso!

Hoy estuviera en mi alcázar
con los seres más amados,
y no contara las horas
para subir al cadalso”.

Ahora bien: ¿por qué puse a este relato el extraño título de “Profetas y proxenetas”?

Porque en Saltillo el barrio pecaminoso, zona roja —rojísima— de mujeres de la vida, chulos y proxenetas, estuvo durante muchos años en las calles de Terán, bautizadas así en honor de don Jesús. He aquí como este gran profeta tuvo entre nosotros la desdicha de dar su nombre a cosas innombrables.

El Padre Soárez

El Padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.

-Señor –le preguntó-. Aquí entre nos: ¿existe el infierno?

-¿Por qué quieres saberlo? –preguntó a su vez Jesús-. ¿Hiciste algo?

-No hagas bromas sobre esto –se amoscó el Padre Soárez-. Es un asunto demasiado serio para tomarlo a la ligera. Dime: ¿el infierno existe?

-En cierta forma sí -respondió Jesús-. Pero yo no lo hice. Cada quién se hace el suyo cuando lo merece.

-¿Y entonces –volvió a preguntar el Padre Soárez- todo eso del fuego eterno, de la condena por la eternidad?

-Eso –contestó Jesús- lo inventó alguien con demasiada imaginación y ninguna compasión.

Seguramente está en su infierno.

¡Hasta mañana!...

El llamado Niño Verde tiene muy mala conducta

“… El llamado Niño Verde tiene muy mala conducta…”


Ese tipo, según sé,
hace cada porquería,
que en vez de eso debería
llamarse Niño Café.

jueves, 21 de febrero de 2013

La ley es letra muerta

De politica y cosas peores

La joven esposa iba a dar a luz. Le indicó su médico: “El padre de la criatura puede estar con usted en el momento del parto”. “No creo que sea una buena idea, doctor –respondió ella-. Él y mi marido no se llevan bien”…

Clotario, hijo de doña Gorgolota, les comentó a sus amigos: “Voy a dejarme crecer el bigote”. “¿Para qué?” –le preguntaron ellos, extrañados. Explicó él: “Es que quiero parecerme a mi mamá”. (¡Qué tierno!)…

Lleno de aflicción aquel hombre le contó al psiquiatra: “Tengo un problema, doctor. Nadie me cree nunca lo que digo”. Le dice el analista, severo: “Hábleme con la verdad, amigo. ¿Cuál es en realidad su problema?”…

Hubo un naufragio, y un señor y su esposa se salvaron. Asidos a un madero flotaron durante largos días, y al fin llegaron a una remota isla desierta apartada de todo tráfico marino. Llevaban ya dos años ahí cuando cierto día avistaron una canoa que venía hacia ellos. La señora dirigió hacia el bote el catalejo que habían salvado del naufragio, y lo que vio la llenó de alegría. “¡No lo vas a creer, Ildegondo! –le dijo a su marido, jubilosa-. ¡Es mi mamá!”…

Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, hizo una visita a la cárcel con sus amigas de la Sociedad Benéfica. Esa actividad anual era parte del programa que la señora De Altopedo se había fijado para salir en los periódicos, y de paso quizá también salvar su alma. Le preguntó doña Panoplia a un reo: “Dígame, buen hombre: ¿por qué está usted aquí?”. “Señora –suspiró el recluso-, porque no me dejan salir”…

La verdad monda y lironda es que México no es un Estado de derecho. La ley se desconoce, tanto en el sentido de ser incumplida como en el sentido de ser ignorada. Los delincuentes desconocen la ley, vale decir la violan, y los legisladores que desvirtúan la institución del amparo al privar a este recurso del principio de generalidad que toda ley debe tener, desconocen también el derecho, pues ignoran los principios en que se ha de basar toda norma jurídica. En tiempos pasados –muy pasados- se hablaba de “la majestad de la ley”. Ante ella se inclinaban por igual los legistas y los legos. En nuestro país tal prevalencia de la legalidad no existe. La ley es letra muerta. Y sepultada, se podría añadir, si no fuera por el tufo que su irregular elaboración y aplicación despide permanentemente.

Un país en que los legisladores alteran la ley a su antojo, y los juzgadores la hacen como chicle para favorecer a saqueadores y secuestradores, es un triste país. Triste país es aquel donde una ralea de chómpiras puede ocupar con violencia una institución de la Universidad, y no se les toca ni con el pétalo de una rosa. Conclusión: un Estado que no es de derecho es un Estado chueco…

¡Mentecato escribidor, con este infame juego de palabras tú también te pusiste al margen de la ley! Para calificar debidamente tu peroración esperaré a saber si andabas sobrio cuando la escribiste, o si estás anclado en el pasado, y averiguaré también si dicha perorata es tuya, es ajena o es de la chingada -con perdón sea dicho-, todo en aras de un país más civil y más civilizado. Narra mejor el enfrentamiento que tuviste con doña Tebaida Tridua a raíz de tu intención de publicar el cuento que viene al final de esta columnejilla. Lo leyó la ilustre dama y sufrió un repentino accidente de eritromelia, también llamada enfermedad de Pick, afección caracterizada por el enrojecimiento de la piel en la superficie dorsal de los brazos y las piernas.

El médico de cabecera de la señora Tridua, llamado con urgencia, prescribió un tratamiento radical a base de bizmas de chunchucuyo de pichón, que si bien no curó del todo a la paciente sí le alivió los síntomas que presentaba. Ahora bien: ¿qué chascarrillo fue ése que causó tan lamentable efecto en la señora Presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías? He aquí la nefanda relación…

Una mujer llegó con el doctor Cavadenti, odontólogo reconocido, y sin decir palabra empezó a desvestirse. El facultativo, alarmado, la detuvo. “Señora –le dijo-, me temo que sufre usted una equivocación. El consultorio del ginecólogo se halla en el segundo piso”. “Ninguna equivocación –respondió con tono decidido la mujer-. Usted fue el que le puso a mi marido su nueva dentadura; usted es el que me la va a sacar”…(No le entendí)…

FIN.

Profetas y proxenetas

Presente lo tengo Yo

Están frente a frente dos hombres liberales. Uno es austriaco. Su nombre es Maximiliano de Habsburgo. No equivoqué el calificativo: Maximiliano fue gran liberal, posiblemente más que don Benito Juárez. Aunque no más que su esposa, debo decir. Carlota Amalia fue más liberal que don Benito y don Maximiliano juntos, con todos los Prietos, Ocampos y Lerdos añadidos.
  
Mujer de su tiempo -y casi del nuestro, pues murió en 1927- Carlota profesó con vehemencia las tesis del liberalismo. Esas ideas la malquistaron con el Vaticano en días cruciales de su vida; quizá fue la rencorosa inquina de la curia romana lo que le causó a aquella infeliz mujer la pérdida de la razón. En efecto, ciertas cartas de Carlota en las cuales decía pestes del clero mexicano cayeron en manos de agentes del Papa, quienes las entregaron al Cardenal camarlengo. Cuando postrada de rodillas Carlota le rogó al Pontífice que interviniera a fin de que Napoleón III siguiera apoyando el trono de su marido en México, el Papa, mudo, rígido, le extendió esas cartas. ¿Cómo, le dijo sin palabras, le pedía ayuda si así había actuado contra los intereses de la Iglesia en aquella nación americana?

Pero esa es otra historia. Tristísma, por cierto, pero es otra. La que quiero narrar es la del encuentro de aquellos dos grandes liberales, Maximiliano y el otro. ¿Quién es el otro? Es don Jesús Terán. Este señor nació en Aguascalientes. Abogado, fundó el Instituto Científico y Literario de su ciudad natal, plantel que es allá lo que el Ateneo Fuente es aquí. Sus méritos lo llevaron a la Ciudad de México. Fue secretario de Relaciones de don Benito Juárez, quizá el que menos tiempo ha durado en ese cargo, pues lo ocupó menos de una semana, del 6 al 12 de abril de 1862. El Benemérito de las Américas -todavía no se le conocía con tal nombre- lo designó ministro plenipotenciario de México en España e Inglaterra, y don Jesús aceptó el cargo, pero con una condición: como el erario nacional estaba pobre -aunque no tanto como ahora-, él iría a Europa pagando de su dinero el viaje, la estancia allá y todos los gastos de su representación. Don Benito aceptó eso de mil amores. De 500, más bien, por la penuria del erario.

Otros rasgos semejantes de desprendimiento había tenido don Jesús Terán. Siendo gobernador de Aguascalientes repartió una gran hacienda entre los peones acasillados y campesinos en general de la comarca. La hacienda que repartió no era suya, es cierto, pero tal detalle no quita el desprendimiento. Honor a quien honor merece.

Don Jesús Terán ha llegado, pues, a Miramar, el austero y aun así precioso castillo que tiene Maximiliano, donde vivía una feliz vida de poeta, navegante y estudioso de la naturaleza. Llegó don Jesús el 3 de mayo de 1864. Maximiliano iba a ser Emperador de México: una comisión de mexicanos le había ofrecido el trono imperial a nombre del pueblo. El señor Terán se proponía convencerlo de que no aceptara la corona. Nadie le había encargado esa encomienda: él mismo se la fijó, e iba a cumplirla.

¿Logrará su propósito don Jesús Terán? ¿Disuadirá a Maximiliano, o subirá éste al trono? ¿Durará aquel efímero imperio? ¿Caerá? ¿Qué suerte correrá el emperador? Las respuestas a todas estas apasionantes preguntas podrá usted conocerlas en el próximo capítulo. (Continuará).

Ambición

“Una ambición es un sueño equipado con un motor V8”.
La frase no es de algún eminente motivador, o de un especialista en superación personal.
Es de Elvis Presley.
La palabra “ambición” no tiene buena fama. Se le equipara casi siempre a un ansia desmedida de riquezas. Elvis -¡ah, Elvis!- considera que la ambición es el impulso que lleva a alguien a luchar por realizar su sueño, un sueño que puede ser valioso.
De nada sirve, en efecto, soñar sin actuar. Cuando nada se hace por cumplirlos es cuando en verdad los sueños sueños son.
Elvis nos enseña eso con su frase. El profesor Elvis.

¡Hasta mañana!...

Harán cambios a la Ley de Víctimas

“… Harán cambios a la Ley de Víctimas…”.


Cuando acaben, digo yo
-y la están cambiando ya-,
no la reconocerá
la madre que la parió.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Juniors de la política

De politica y cosas peores

En altas horas de la noche sonó el teléfono en el departamento de Meñico Maldotado, que dormía ya profundamente. Contestó él, sobresaltado, y escuchó la voz de una mujer. Quien llamaba era su amiga Pirulina, con quien Meñico había tenido algunos escarceos de carácter erótico-sensual. Le dijo la muchacha: “Perdona mi llamada inoportuna, Meñi, pero acabo de leer en Internet que la gripe aviar ataca primero a los pájaros pequeños, y quise decírtelo inmediatamente, para que te prevengas”…

Astatrasio Garrajarra, ebrio con su itinerario, fue con un doctor, pues sentía dolores y molestias en todo el cuerpo. Después de examinarlo le dice el facultativo: “No puedo dar con la causa de su malestar. Pienso que es por la bebida”. “Ya veo —replica el temulento—.

Volveré cuando esté usted sobrio”…

El empleado de la oficina, hombre maduro, con tupido bigote y gruesas gafas, tenía una entrevista con el jefe de personal. Le dice éste: “Lo que nos perturba un poco, señor Glafírez, no es que haya usted encontrado la religión, sino que venga al trabajo vestido de monja”…

La esposa de Ovonio Grandbolier, el hombre más perezoso del condado, le confió a una amiga: “Mi marido tiene un grave problema de columna: no la puede separar del sillón”…

Los juniors de la política superan ya, y por mucho, a los de la iniciativa privada. Antes eran los hijos de los banqueros, de los grandes empresarios, comerciantes e industriales, quienes se paseaban en automóviles de lujo, se exhibían con mujeres que todo lo exhibían y daban fiestas desmadrosas como las de La dolce vita, toda proporción guardada. Ahora los hijos de la política son esos patéticos especímenes, los juniors rastacueros que una y otra vez ofrecen el espectáculo de su altanería y su mentecatez.

El llamado Niño Verde, que no es tal niño, sino adolescente ya, un adolescente cuarentón, es claro ejemplo de eso. Sus excesos son resultado de una viciosa legislación electoral que permite la existencia de falsos partidos que son en verdad empresas lucrativas en manos de un individuo o una familia. Habría que hacer una reforma radical por la cual los partidos deban su registro a los votos que ganen en las urnas por sí mismos, y no a los que sumen por efecto de alguna alianza o coalición con los partidos grandes. Las leyes y las instituciones electorales han de servir para ayudar a México a salir del subdesarrollo político en que se halla, no para reflejarlo. (¡Bófonos!)…

El médico de la casa de ancianos respondía las preguntas de los huéspedes en la sesión semanal. Preguntó doña Pasita, dulce viejecita de 85 años: “Doctor: ¿a mi edad es posible quedar embarazada?”. “Claro que no” –sonrió el médico. Desde el fondo del salón se oyó la voz de don Pitorro, anciano de la misma edad: “¿Lo ve, Pasita? Le dije que no teníamos nada de qué preocuparnos”…

Llegó un individuo a la consulta del doctor Duerf, célebre psiquiatra.

El tipo traía un plátano metido en un oído, y un pepino en el otro. “¿Cómo ve, doctor?” –le pregunta al analista-. ¿Cuál cree que sea mi problema?”. Pensativo, con una mano en la barbilla, responde el doctor Duerf: “Se me hace que no está usted comiendo bien”…

Inquirió Babalucas en el súper: “¿Por qué está tan caro este yogurt?”. Le informó la encargada: “Son bacilos cultivados”. Replica Babaluas: “No me importa la educación que tengan”…

Don Chinguetas se sentó ante el televisor y le pidió a su hijo: “Tráeme una cheve, antes de que empiece”. Poco después le dijo: “Tráeme otra cerveza, que no tarda en empezar”. No pasaron muchos minutos, y le volvió a pedir: “Tráeme otra cheve, porque ya va a empezar”.

Doña Macalota, la esposa de don Chinguetas, estalló. Le gritó a su marido con destemplada voz: “¿Ése es el ejemplo que le das a tu hijo? ¿Te parece bien estar así, echadote, sin hacer nada, bebiendo cerveza tras cerveza, mirando esos programas que nada más a ti te gustan y que son puras idioteces?”. Suspira don Chinguetas y le dice a su hijo: “¿Lo ves? Ya empezó”…

El maestro les preguntó a los niños: “¿Cuál es el vegetal que hace llorar?”. Contestó sin vacilar Pepito: “El repollo”. “No —lo corrigió el mentor—. El vegetal que hace llorar es la cebolla, no el repollo”. “¿Que no? —insistió Pepito—. Que le den un repollazo en los éstos, a ver si no se le salen las lágrimas”…

FIN.

Un poema de amor. Para decirlo a... alguien

Presente lo tengo Yo

En las noches de bohemia es necesario abrirle un espacio a la poesía. He hallado un misterioso poema cuyo autor no he podido averiguar, pero que parece haber sido escrito para esas noches en que, después del vino y las canciones, se levantan recuerdos que es necesario decir con palabras de poeta. He aquí esos versos que encontré. Si alguien sabe quién es su autor, supla con su saber mi desconocimiento.

DEMASIADO TARDE

Hoy leí aquel poema que escribí para ti,
y... cuánto hemos cambiado desde que lo escribí.
Fue como abrir la puerta de una alcoba sombría
donde flota un perfume de mujer todavía.
Como ver la carátula de un reloj detenido
que marca únicamente las horas del olvido.
Y fue triste, muy triste, como ver el reflejo
de una estrella en un pozo o un cirio en un espejo.
Triste como esa lluvia que ya ha llovido tanto
que dejó de ser lluvia sin llegar a ser llanto.
Porque el amor sonríe como si no supiera
que ya es ceniza cuando todavía es hoguera.
Porque la primavera, de la hondura a la altura,
sabe lo que florece, pero no cuánto dura.
Y el corazón se engaña con ese encantamiento
como una niña ciega que juega con el viento.

- - - - -
Hoy, leyendo el poema que escribí para ti,
me he quedado más triste que cuando lo escribí.
Ya es demasiado tarde para tender la mano,
y demasiado triste cuando se tiende en vano.
Ya es demasiado tarde. Fuiste una enredadera
que cubrió mi ventana para que no se abriera.
Ya es demasiado tarde para decirte: “Ven”.
Yo sé por qué lo digo; tú lo sabes también.
Porque ese tiempo nuestro, sin hoy y sin mañana,
será el mejor paisaje que tuvo tu ventana,
y yo andaré en la sombra que nunca se termina
como un minero ciego que se perdió en la mina.

- - - - -
Hoy, leyendo el poema que escribí para ti,
sentí el sabor amargo de lo que no escribí.
Porque yo nunca dije que en una madrugada
pudiera despertarte la humedad de tu almohada,
ni que suspirarías, registrando un baúl,
al desdoblar la seda de aquel vestido azul.
Ni dije que es probable que estés con otro hombre
y distraídamente lo llames con mi nombre,
y que si me recuerdas cuando brindes con él
derramarás la copa de vino en el mantel.
Y no dije tampoco que no hay nada vacío,
que en el cauce sin agua sigue corriendo el río,
y que en una llanura, como en un sentimiento,
aún tiembla la espiga después que pasó el viento...

No lo dije, amor mío, y ahora lo digo aquí,
en este último verso que escribo para ti.

La raspilla

Esta planta tiene nombre feo.
Se llama raspilla.
Su procedencia tampoco tiene nombre grato.
Pertenece a la familia de las Borragináceas.
Y sin embargo esa planta de feo nombre, la raspilla, perteneciente a la familia de las Borragináceas, da una preciosa flor de bello nombre.
La flor de nomeolvides.
De todo esto derivo una lección.
No importa lo que eres.
Importa lo que das.

¡Hasta mañana!...

El anuncio de la renuncia del Papa desató la política en el Vaticano

“... El anuncio de la renuncia del Papa desató la política en el Vaticano...”.

Tengo una amiga muy crítica
que dice que la de aquí
es juego de niños, sí.
La de Roma, ésa es política.

martes, 19 de febrero de 2013

El fin del mundo…

De politica y cosas peores

Dos tipos, casados ambos, tenían ya más de diez años de vivir como vecinos en el mismo edificio. Cierto día estaban conversando. Le dice uno al otro: “La verdad, no entiendo. Yo pertenezco a la Iglesia de la Tercera Venida, que permite el uso de todos los medios anticoncepcionales habidos y por haber —la píldora, el condón, etcétera—, y aun así soy padre ya de ocho hijos.

En cambio tú eres católico. Se supone que tu iglesia no te permite usar ninguno de esos medios. Y sin embargo no tienes hijos. ¿Cómo le haces?”. Explica el otro: “Es que yo practico el sexo únicamente en el tiempo seguro”. Pregunta el amigo con gran interés: “¿Cuál es el tiempo seguro?”. Contesta el tipo: “Cuando tú no estás en tu casa”…

En el quirófano, terminada la intervención quirúrgica, le dice uno de los cirujanos al otro: “¿No odias cuando al acabar una operación, y después de hacer la sutura, te das cuenta de que te sobraron partes?”…

Lord Feebledick le pidió a su mujer, lady Loosebloomers: “Explícame otra vez por qué todos los días te pones abundante jugo de limón en las bubis”. “Ya te lo he dicho varias veces —se impacientó milady—. Es porque pienso que tengo el busto demasiado grande, y una amiga me aseguró que con aplicaciones de jugo de limón su tamaño se reducirá”. “Ya lo recuerdo —admitió lord Feebledick—. Pero ahora explícame por qué el chofer, el jardinero, el guardia, el montero, el mayordomo, el carpintero, el guardabosque y el herrero andan siempre con la boca fruncida”…

Don Severiano García, a quien sus alumnos del Ateneo Fuente llamaban con cariño “el Chato”, era maestro eminentísimo de Lógica. Profesaba la fría doctrina del positivismo, que no se entibió ni cuando la impuso en México don Gabino Barreda. A fuer de buen positivista “el Chato” Severiano creía sólo en lo que se puede ver y tocar, y además comprobar en condiciones de laboratorio. Cierto día alguien le dijo al Chato que Fulano y Mengano, conocidos saltillenses, eran jotos —entonces no se usaba la palabra gay; yo repito la que se utilizaba—, y que además eran pareja. “Quién sabe –acotó don Severiano, que solía aplicar cumplidamente la duda cartesiana-. Para dar crédito a esa especie tendría yo que verlos juntos en una cama. Y quién sabe... Tendrían que estar los dos desnudos. Y quién sabe… Tendría que estar el abdomen de uno pegado a la espalda del otro. Y quién sabe… Tendría que pasar yo un hilo entre los dos.

Si el hilo se atorara, entonces sí podría yo empezar a considerar la posibilidad de que en efecto sean jotos”. Fueron los positivistas quienes llamaron a la Edad Media “edad oscura”. ¿Edad oscura la de Dante y Giotto, la de las catedrales góticas, la del Poema del Cid, la de Tomás de Aquino y Chaucer? ¡Háganme ustedes el refabrón cavor! Edad de la fe, la llamaría yo. Claro, si en la época medieval un Papa hubiera renunciado, y si un meteorito hubiese impactado al planeta, mucha gente habría dicho que el fin del mundo estaba cerca. Nosotros, en cambio, vivimos en el siglo 21, siglo de ciencias, de ilustración y luz. Quizá por eso ahora que renunció el Papa, y que un meteorito impactó al planeta, mucha gente anda diciendo que el fin del mundo está ya cerca…

El jefe de recursos humanos de la fábrica puso un aviso dirigido a las obreras de la planta: “Si traen ustedes falda larga, tengan cuidado con las máquinas. Si traen falda corta, tengan cuidado con los operadores de las máquinas”…

Aquella señora estaba preocupada porque su hijo pequeño no mostraba mucho desarrollo en la parte correspondiente a la entrepierna. Llevó al crío con un doctor. El médico, después de examinarlo, le dijo a la mujer: “No veo nada anormal en su hijo, señora. Quizá si le da a comer todos los días un par de rebanadas de pan de alforfón se le desarrollará más la mencionada parte”. Ese mismo día la señora empezó a darle al chiquillo las dos rebanadas de pan que el médico había prescrito. Unas semanas después observó que, en efecto, el niño presentaba un apreciable crecimiento en la región ya dicha. Al día siguiente el chamaquito llegó de la escuela y se sorprendió al ver sobre la mesa de la cocina 100 paquetes de pan de alforfón. Le preguntó con asombro a su mamá: “¿Todo ese pan es para mí?”. “Sólo un paquete —respondió la señora—. El resto es para tu padre”…

FIN.