De politica y cosas peores
En esta columnejilla aparece el cuento titulado “La Triste Historia (no
tan triste) del Conejito y el Topo”. El reverendo Rocko Fages, pastor de
la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la
Tercera Avenida, que no acepta el bautizo por inmersión, sino con
chisguetes de pistola de agua, “para estar a tono con los tiempos”),
dijo que el tal relato es desaconsejable. Por esa admonición recomiendo a
mis cuatro lectores que eviten la lectura de dicho chascarrillo. Hagan
que otra persona lo lea, y luego se los cuente...
Muchas veces he dicho
que amo profundamente a mi iglesia, la católica. No debería yo decir que
soy católico, lo reconozco, por mis muchas fallas y defectos; pero lo
que hago es decir públicamente que soy un mal católico, a fin de no
hacer daño con mi vida ni con mis obras a lo que tanto quiero. A veces,
sin embargo, mi catolicismo es puesto a prueba. Extraño en algunos
voceros de la Iglesia esa cultura y esa formación que se vuelven
prudencia y tino a la hora de hacer declaraciones. Entonces me acomete
la sensación de “pena ajena” que decían nuestros mayores. Pondré un
ejemplo. El director de radio y televisión de la Arquidiócesis de México
dijo que los matrimonios religiosos celebrados en playas, hoteles o
jardines, pueden ser declarados nulos, pues ningún obispo ha autorizado
dichas ceremonias, sino antes bien han sido condenadas. Añadió el vocero
que el único lugar cercano a una playa donde sí se pueden efectuar esos
matrimonios es X-Caret. Eso, la verdad, es para dar risa, si no es que
vergüenza. A cada paso leemos en las crónicas de sociales acerca de
bodas religiosas hechas fuera del recinto de los templos, sobre todo en
playas de moda. (Yo tengo para mí que algunos de quienes hacen ahí esas
bodas las hacen no por romanticismo, sino porque les salen más baratas. A
ellas, en efecto, sólo asisten los invitados de mucho compromiso, y no
los centenares que acudirían si la boda la hicieran en su lugar de
origen). Pero esas ceremonias religiosas, playeras, jardineras u
hoteleras, no podrían efectuarse sin la presencia de un sacerdote, el
cual —debe pensarse— acepta fungir en ese acto por una sola razón:
dinero, aun sabiendo que participa en un acto susceptible de ser
anulado. Lo que el vocero de la arquidiócesis conseguirá con su
declaración es que algunas novias busquen ahora casarse en playas,
hoteles y jardines. De ese modo si el matrimonio falla podrán anularlo, y
volverse a casar de blanco, y por la iglesia. En muchas de las
anulaciones de matrimonios religiosos parece rondar el espectro de la
simonía, que es la compraventa de beneficios relacionados con lo
eclesiástico. La falta de coherencia entre lo que se predica y lo que se
hace es causa de daño para la Iglesia, y la lastima...
Sigue ahora el
cuentecillo que arriba se anunció...
Asomado a su hoyo un topo le apostó
a un conejito que él, yendo por abajo de la tierra, podía llegar más
pronto que el conejito corriendo por arriba a otro hoyo que se veía unos
10 metros más allá. El que perdiera la apuesta se sometería a las
exigencias eróticas del otro. El conejito aceptó la apuesta, pero la
perdió: cuando llegó al otro hoyo el topo ya lo esperaba ahí, y cobró
cumplidamente la apuesta con el conejito. Repitieron la apuesta, ahora
en dirección contraria. De nuevo corrió el conejito a toda su velocidad,
pero al llegar al primer hoyo el topo ya lo aguardaba ahí, sonriente, y
otra vez se cobró la apuesta en forma muy cumplida. Lo mismo sucedió
una vez más. Pasó una zorra y dijo al conejito: “Eres un tonto. ¿No ves
que son dos topos, cada uno en un hoyo? Los dos están abusando de ti”.
Le responde el conejito con delicado gesto y aflautada voz: “Tú no te
metas en lo que no te importa. Apuestas son apuestas”...
FIN.
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