De politica y cosas peores
Doña Morsona Z. Cea, mujer de carnes abundosas, casó en segundas nupcias
—era felizmente viuda— con un joven soltero bastante menor que ella, y
sin ninguna ciencia de la vida. Al empezar la noche de las bodas doña
Morsona se quitó la faja, con lo cual su profusa humanidad quedó
desparramada por todo el tálamo nupcial, como una enorme amiba que se
difundiera. La exuberante novia le tendió una mano a su flamante
maridito, que la veía asustado, y le pidió con sugestivo acento:
“Impericio: dime alguna palabra que contenga amor”. Le dice él,
vacilante: “Amor...fa”...
En cierta ocasión Mahatma Gandhi se topó con
el gran jefe indio Standing Bull. El insigne pacifista llevaba su
humilde vestimenta, un lienzo blanco que le cubría el cuerpo. El piel
roja, por su parte, lucía su penacho de plumas. Al verse los dos
hablaron al mismo tiempo. Se dijeron uno al otro: “Qué raro. No pareces
indio”...
El encuestador le preguntó al empleado: “¿Desde cuándo trabaja
usted aquí?”. Contesta el tipo: “Desde que el jefe me amenazó con
despedirme si no trabajaba”...
La señora, desolada, le dice a su marido:
“¡Capronio! ¡Un alacrán le picó a mi mamá en la cama!”. “No me lo
explico —responde pensativo el vil sujeto—. Yo le puse cinco”...
Hay
frases de supuesta sabiduría que causan mucho daño. Una de las más
nocivas es la siguiente: “Hay que tener lo que se debe, aunque se deba
lo que se tiene”. Por hacer caso a esa funesta frase muchos imprevisores
se han endeudado hasta el pescuezo, si me es permitida la expresión.
Hay veces, desde luego, en que debemos recurrir al crédito, pero hemos
de hacerlo en forma prudente, de modo de estar seguros de poder cumplir
el compromiso. Hay quienes contraen deudas sin saber siquiera si las
podrán pagar. (¿Ya se te olvidó que me debes mil pesos?”. “No, pero dame
un poco más de tiempo y se me olvidará”). Luego andan, como decía la
gente de antes, con el alma en un hilo y el Jesús en la boca. Lo mismo
que sucede en el ámbito doméstico pasa en la cosa pública. Los estados
del País que no tengan saneadas sus finanzas se verán en grandísimos
apuros, pues no transcurrirá mucho tiempo sin que a causa de la recesión
vean mermadas sus participaciones federales y otras percepciones, y
estarán en problemas para enfrentar sus obligaciones, cubrir su gasto
corriente y hacer obra. Entonces será el llanto y el crujir de dientes.
En algunos casos la situación llegará a ser tan grave que los deudores
ni siquiera tendrán dientes qué crujir, y no dispondrán de lo necesario
para ponerse placas. El acabose. Lo mejor es no deberle nada a nadie.
Eso no sólo ayuda a la economía: también ayuda a dormir bien...
En
España el verbo “joder” significa “practicar el coito”. Currito,
muchacho madrileño, estaba en vísperas de ingresar al estado
matrimonial. Había algunas cosas acerca de las cuales no tenía noticia
cierta, de modo que sostuvo con su progenitor una conversación de hombre
a hombre. “Padre —le preguntó—, ¿cada cuándo los casados hacen el
amor?”. “Te diré, hijo —respondió don Odoacro, que así se llamaba el
genitor—. Al principio lo haces todos los días, y hasta dos o tres veces
en el mismo día. Parece que no te vas a cansar nunca. Después las cosas
se aquietan algo, y entonces haces el amor dos veces por semana, o
tres. Pasa el tiempo, y empiezas a hacerlo un día por semana. Después lo
haces una vez al mes. Luego una vez por año, si acaso. Al último
terminas por no hacerlo nunca”. Pregunta de nuevo el muchacho: “¿Cómo es
ahora tu relación con mi madre?”. Responde el señor: “Todas las noches
tenemos sexo oral”. “¿Sexo oral? —se asombra el muchacho—. ¿Y todas las
noches?”. “Sí —confirma don Odoacro—. Ella se va a su cuarto mascullando
con mal humor: ‘¡Joder!’. Yo digo también: ‘¡Joder!’, y me encierro en
el mío”...
FIN.
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