jueves, 5 de marzo de 2009

Me habría gustado conocer a este frailecito

Salía de su convento; iba al pueblo y le pedía a la mujer que vendía huevos en el mercado que le vendiera una docena, y que le hiciera la caridad de bajarle un poco el precio. La mujer, áspera, se negaba siempre a reducir un solo céntimo.

-Está bien -aceptaba con mansedumbre el frailecito-. Pero entonces póngame la docena de huevos en tres bolsas: la mitad de la docena para el padre superior; la tercera parte para el padre portero, y la cuarta parte para mí.

La mujer ponía seis huevos —la mitad de la docena— en una bolsa; cuatro huevos —la tercera parte de la docena—, en otra bolsa, y tres huevos —la cuarta parte de la docena— en otra. El frailecito pagaba la compra y se alejaba muy contento. Nunca se percataba la mujer de que le daba 13 huevos y le cobraba 12 nada más.

Me habría gustado conocer a este frailecito. Sabía obtener por maña lo que no le iban a dar ni aun por fuerza.

¡Hasta mañana!...

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