El Creador no desampara nunca a sus criaturas. Aun a la más fea la
considera hermosa, y cuida de ella con paternal amor. Para Dios el sapo
es tan bello como el cisne. (En eso la sapita está de acuerdo).
Cuando
el Señor hizo al camaleón se dio cuenta demasiado tarde de que no había
puesto en él armas de defensa. Le dio entonces la facultad de cambiar
de color, para ocultarse.
Pasaron unos días, y el Creador pensó
que había hecho al camaleón muy feo. Lo buscó para hermosearlo, pero no
lo pudo hallar: el camaleón se había vuelto demasiado camaleónico.
De
esta historia derivo una reflexión. El Señor quiere que todos sus hijos
tengan esa belleza que es el amor, el bien. Nos busca para poner su
gracia en nosotros, pero nos escondemos de Él, como hace el camaleón.
También nosotros nos hemos vuelto camaleónicos. Seríamos más buenos si
no nos escondiéramos de Dios.
¡Hasta mañana!...
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