De politica y cosas peores
La adolescente le pregunta a su papá: “¿Es cierto que a los hombres se
les conquista por el estómago?”. “Es cierto -responde el genitor-. Yo me
casé con tu mamá cuando el suyo empezó a crecerle”...
El Téllez por su
boca muere. Una frase entre las muchas que dijo selló la suerte de quien
es ahora ex secretario de Comunicaciones. Esa frase fue: “Me cae que
extraño los tiempos del PRI”. Ciertamente no está solo ese señor en su
nostalgia. Muchos comparten esa “íntima tristeza reaccionaria”, y en
vista de lo que se ve opinan que todo tiempo pasado fue mejor, hasta el
peor. Pero una cosa es que alguien del Gobierno piense eso, y otra muy
diferente que lo diga. Ahora “un panista leal” llega a la SCT. Se ha
criticado el nombramiento de Juan Molinar Horcasitas por la poca o
ninguna experiencia que tiene en las actividades propias de esa
secretaría. Maneja bien su celular, se le reconoce, pero hasta ahí llega
su experiencia en el campo de las comunicaciones. Yo pienso que en las
actuales circunstancias lo que el titular de Comunicaciones necesita es
habilidad política, más que conocimientos técnicos que los funcionarios
especializados pueden aportarle. Y eso es lo que le sobra a Molinar:
capacidad para lograr acuerdos. Lo demostró en el IMSS. Ahí llevó a cabo
difíciles negociaciones sin ningún problema para el Instituto, y eso
que los trabajadores del Seguro forman uno de los gremios más difíciles
que en este país hay. Desde ese punto de vista creo que el presidente
Calderón no anduvo errado al hacer esta designación, que trasciende lo
meramente partidista...
Viene ahora el execrable cuento que anuncié
ayer: “La Línea del Amor, Versión Segunda”. Las personas con escrúpulos
no deben leer este chascarrillo. Para evitarse problemas de conciencia
pueden pedirle a alguien que se los lea...
Doña Palmeria Gipsa era una
famosa quiromántica. En las líneas de la mano leía el futuro. A cambio,
claro, de un presente. Otras maneras hay de adivinar el porvenir. Está
la cartomancia, adivinación por medio de los naipes; la ceraunomancia,
que prenuncia lo no llegado viendo las figuras que trazan en el cielo
los rayos de la tempestad; la nigromancia, en la cual se invoca a los
que han muerto; la ornitomancia, que atiende al vuelo de las aves; la
oniromancia, que con las vagas sombras de los sueños pretende anticipar
las sombras vagas de la realidad. Ninguno de esos recursos necesitaba
doña Palmeria Gipsa. A ella le bastaba mirar la palma de la mano de un
hombre o una mujer para saber por la línea de la vida, de la fortuna,
del amor, de la cabeza y la salud qué suerte -aciaga o venturosa-
aguardaba al dueño o dueña de la mano. También sacaba muchos vaticinios
de los llamados “montículos”: el de Venus, que está en el dedo pulgar;
el de Júpiter, en el índice; el de Saturno, en el medio; el de Apolo, en
el anular; y el de Mercurio, en el meñique. Cierto día un tipo llegó al
consultorio de doña Palmeria y le pidió que le leyera la mano. Tomó en
las suyas la adivinadora la izquierda del solicitante, y le dijo -al
solicitante, no a la mano- que iba a empezar por leerle la línea del
amor. “Eres un hombre solitario” -principió-. Pasas demasiado tiempo
contigo mismo... En tu vida no hay una mujer... Más aún: no tienes
ningún trato con mujeres... Las deseas intensamente, pero sólo en la
fantasía y la imaginación...”. El tipo, asombrado, la interrumpe, y
exclama en tono admirativo: “¡Todo eso que me dice es cierto! ¿Lo supo
usted por la línea del amor?”. “No —responde la sabia quiromántica—. Lo
supe por la línea de ampollas que tienes en la mano”... (No le
entendí)...
FIN.
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