jueves, 5 de marzo de 2009

Habilidad política

De politica y cosas peores

La adolescente le pregunta a su papá: “¿Es cierto que a los hombres se les conquista por el estómago?”. “Es cierto -responde el genitor-. Yo me casé con tu mamá cuando el suyo empezó a crecerle”...

El Téllez por su boca muere. Una frase entre las muchas que dijo selló la suerte de quien es ahora ex secretario de Comunicaciones. Esa frase fue: “Me cae que extraño los tiempos del PRI”. Ciertamente no está solo ese señor en su nostalgia. Muchos comparten esa “íntima tristeza reaccionaria”, y en vista de lo que se ve opinan que todo tiempo pasado fue mejor, hasta el peor. Pero una cosa es que alguien del Gobierno piense eso, y otra muy diferente que lo diga. Ahora “un panista leal” llega a la SCT. Se ha criticado el nombramiento de Juan Molinar Horcasitas por la poca o ninguna experiencia que tiene en las actividades propias de esa secretaría. Maneja bien su celular, se le reconoce, pero hasta ahí llega su experiencia en el campo de las comunicaciones. Yo pienso que en las actuales circunstancias lo que el titular de Comunicaciones necesita es habilidad política, más que conocimientos técnicos que los funcionarios especializados pueden aportarle. Y eso es lo que le sobra a Molinar: capacidad para lograr acuerdos. Lo demostró en el IMSS. Ahí llevó a cabo difíciles negociaciones sin ningún problema para el Instituto, y eso que los trabajadores del Seguro forman uno de los gremios más difíciles que en este país hay. Desde ese punto de vista creo que el presidente Calderón no anduvo errado al hacer esta designación, que trasciende lo meramente partidista...

Viene ahora el execrable cuento que anuncié ayer: “La Línea del Amor, Versión Segunda”. Las personas con escrúpulos no deben leer este chascarrillo. Para evitarse problemas de conciencia pueden pedirle a alguien que se los lea...

Doña Palmeria Gipsa era una famosa quiromántica. En las líneas de la mano leía el futuro. A cambio, claro, de un presente. Otras maneras hay de adivinar el porvenir. Está la cartomancia, adivinación por medio de los naipes; la ceraunomancia, que prenuncia lo no llegado viendo las figuras que trazan en el cielo los rayos de la tempestad; la nigromancia, en la cual se invoca a los que han muerto; la ornitomancia, que atiende al vuelo de las aves; la oniromancia, que con las vagas sombras de los sueños pretende anticipar las sombras vagas de la realidad. Ninguno de esos recursos necesitaba doña Palmeria Gipsa. A ella le bastaba mirar la palma de la mano de un hombre o una mujer para saber por la línea de la vida, de la fortuna, del amor, de la cabeza y la salud qué suerte -aciaga o venturosa- aguardaba al dueño o dueña de la mano. También sacaba muchos vaticinios de los llamados “montículos”: el de Venus, que está en el dedo pulgar; el de Júpiter, en el índice; el de Saturno, en el medio; el de Apolo, en el anular; y el de Mercurio, en el meñique. Cierto día un tipo llegó al consultorio de doña Palmeria y le pidió que le leyera la mano. Tomó en las suyas la adivinadora la izquierda del solicitante, y le dijo -al solicitante, no a la mano- que iba a empezar por leerle la línea del amor. “Eres un hombre solitario” -principió-. Pasas demasiado tiempo contigo mismo... En tu vida no hay una mujer... Más aún: no tienes ningún trato con mujeres... Las deseas intensamente, pero sólo en la fantasía y la imaginación...”. El tipo, asombrado, la interrumpe, y exclama en tono admirativo: “¡Todo eso que me dice es cierto! ¿Lo supo usted por la línea del amor?”. “No —responde la sabia quiromántica—. Lo supe por la línea de ampollas que tienes en la mano”... (No le entendí)... 

FIN.

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