domingo, 15 de marzo de 2009

Pudicia

De politica y cosas peores

Ella era muy tímida. Se llamaba Sensitiva, y tenía la modestia de esa flor que cierra sus pétalos cuando siente la cercanía de una mano. Su novio, Timoracio, sufría la misma timidez. Era apocado y ñoño. Pero el amor vence toda cortedad (o casi toda), y guía a los amantes hacia el bien deseado. “Amor magister est optimus”; el amor es el mejor maestro, escribió Plinio el Joven en sus Cartas (IX, 4,19,4). Se casaron los dos, y fueron a pasar su luna de miel en un lugar de moda. No hubo luna de miel, siento decirlo. El amor que unió sus almas no pudo unir sus cuerpos, pues la exagerada pudicia de los recién casados, y su invencible timidez, les impidieron consumar el desposorio. Al regresar a casa les contaron a sus respectivos padres lo que había sucedido: no había sucedido nada. Ellos, preocupados, llevaron a sus muchachos con un terapeuta sexual. El especialista, después de oírlos, les hizo una sencilla recomendación: “Tómense una copita o dos —les dijo—. Así vencerán la timidez que los cohíbe. Luego actúen con la misma naturalidad de los perritos”. Una semana después Sensitiva y Timoracio regresaron con el facultativo. Los dos lucían una radiante sonrisa de satisfacción. Habían logrado vencer su timidez, dijeron, y llevar a feliz término las nupcias. El terapeuta les preguntó con pícara sonrisa: “¿Se tomaron una copita o dos, y actuaron luego con la misma naturalidad de los perritos?”. “No —responde Timoracio—. Nos tomamos nueve copitas, o diez. Así nos dimos valor para salir a la calle y actuar con la misma naturalidad de los perritos”...

Babalucas era empleado público. Se presentó con él un extranjero, y Babalucas se dispuso a tomarle sus datos. Le preguntó: “¿Nombre?”. Responde el visitante: “Michael O’Brian”. “Decídase —le pide con enojo el tonto roque—. Un nombre u otro”...

En diferente ocasión Babalucas fue a una librería y preguntó al encargado: “¿Tienen algo de Hemingway?”. Contesta el librero: “Tenemos ‘El viejo y el mar’”. Se queda pensando Babalucas y dice luego: “Déme el mar”...

Empédocles Etílez entró en su casa a las 3 de la mañana, y bien borracho. Le grita su mujer hecha una furia: “¡Mira nomás a qué horas llegas!”. “¿Quién te dijo que llego? —respondió el temulento—. Vengo nomás por la guitarra”...

En el futbol todo el público abucheaba a un espectador. Una chica le preguntó a su acompañante: “¿Por qué lo abuchean?”. Responde él: “Le arrojó una botella al árbitro”. “¡Qué barbaridad! —exclama la muchacha—. ¿Y le pegó?”. “No —responde el otro—. Por eso lo abuchean”...

Dulcilí, romántica joven, le pregunta a su novio Libidiano: “Después de casada ¿me seguirás queriendo igual?”. “Hasta más —responde el salaz tipo—. Mi especialidad son las casadas”...

Una señora llamó a una agencia de colocaciones para pedir una niñera que le cuidara a su hijito aquella noche. Especificó: “La niñera debe saber karate, judo, kung fu, jiu jitsu, boxeo y tae kwan do”. “¿Tan rudo así es su hijito?” —inquiere con asombro el encargado. “Mi hijito es un ángel —contesta la señora—. Pero luego mi marido lleva a su casa a la niñera, por eso ella debe saber artes marciales”...

Doña Holofernes, esposa de don Poseidón, tenía la costumbre de revisar con un dedo a las gallinas, a fin de ver si tenían huevo. Una vez el perico de la casa andaba en el corral. La señora, algo corta de vista, lo confundió con una gallina, y se dispuso a hacerle el tacto esfinteral. “A mí con delicadeza, por favor —pide asustado el periquito—. Soy primerizo”...

Don Martiriano le dice a doña Jodoncia: “Debemos dos cuentas: la de la compañía de luz y la del médico. Sólo podemos pagar una. ¿Cuál de las dos pagamos?”. “La de la compañía de luz —responde sin dudar doña Jodoncia—. El médico ya no te puede apagar nada”...

FIN.

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