De politica y cosas peores
Ella era muy tímida. Se llamaba Sensitiva, y tenía la modestia de esa
flor que cierra sus pétalos cuando siente la cercanía de una mano. Su
novio, Timoracio, sufría la misma timidez. Era apocado y ñoño. Pero el
amor vence toda cortedad (o casi toda), y guía a los amantes hacia el
bien deseado. “Amor magister est optimus”; el amor es el mejor maestro,
escribió Plinio el Joven en sus Cartas (IX, 4,19,4). Se casaron los dos,
y fueron a pasar su luna de miel en un lugar de moda. No hubo luna de
miel, siento decirlo. El amor que unió sus almas no pudo unir sus
cuerpos, pues la exagerada pudicia de los recién casados, y su
invencible timidez, les impidieron consumar el desposorio. Al regresar a
casa les contaron a sus respectivos padres lo que había sucedido: no
había sucedido nada. Ellos, preocupados, llevaron a sus muchachos con un
terapeuta sexual. El especialista, después de oírlos, les hizo una
sencilla recomendación: “Tómense una copita o dos —les dijo—. Así
vencerán la timidez que los cohíbe. Luego actúen con la misma
naturalidad de los perritos”. Una semana después Sensitiva y Timoracio
regresaron con el facultativo. Los dos lucían una radiante sonrisa de
satisfacción. Habían logrado vencer su timidez, dijeron, y llevar a
feliz término las nupcias. El terapeuta les preguntó con pícara sonrisa:
“¿Se tomaron una copita o dos, y actuaron luego con la misma
naturalidad de los perritos?”. “No —responde Timoracio—. Nos tomamos
nueve copitas, o diez. Así nos dimos valor para salir a la calle y
actuar con la misma naturalidad de los perritos”...
Babalucas era
empleado público. Se presentó con él un extranjero, y Babalucas se
dispuso a tomarle sus datos. Le preguntó: “¿Nombre?”. Responde el
visitante: “Michael O’Brian”. “Decídase —le pide con enojo el tonto
roque—. Un nombre u otro”...
En diferente ocasión Babalucas fue a una
librería y preguntó al encargado: “¿Tienen algo de Hemingway?”. Contesta
el librero: “Tenemos ‘El viejo y el mar’”. Se queda pensando Babalucas y
dice luego: “Déme el mar”...
Empédocles Etílez entró en su casa a las 3
de la mañana, y bien borracho. Le grita su mujer hecha una furia:
“¡Mira nomás a qué horas llegas!”. “¿Quién te dijo que llego? —respondió
el temulento—. Vengo nomás por la guitarra”...
En el futbol todo el
público abucheaba a un espectador. Una chica le preguntó a su
acompañante: “¿Por qué lo abuchean?”. Responde él: “Le arrojó una
botella al árbitro”. “¡Qué barbaridad! —exclama la muchacha—. ¿Y le
pegó?”. “No —responde el otro—. Por eso lo abuchean”...
Dulcilí,
romántica joven, le pregunta a su novio Libidiano: “Después de casada
¿me seguirás queriendo igual?”. “Hasta más —responde el salaz tipo—. Mi
especialidad son las casadas”...
Una señora llamó a una agencia de
colocaciones para pedir una niñera que le cuidara a su hijito aquella
noche. Especificó: “La niñera debe saber karate, judo, kung fu, jiu
jitsu, boxeo y tae kwan do”. “¿Tan rudo así es su hijito?” —inquiere con
asombro el encargado. “Mi hijito es un ángel —contesta la señora—. Pero
luego mi marido lleva a su casa a la niñera, por eso ella debe saber
artes marciales”...
Doña Holofernes, esposa de don Poseidón, tenía
la costumbre de revisar con un dedo a las gallinas, a fin de ver si
tenían huevo. Una vez el perico de la casa andaba en el corral. La
señora, algo corta de vista, lo confundió con una gallina, y se dispuso a
hacerle el tacto esfinteral. “A mí con delicadeza, por favor —pide
asustado el periquito—. Soy primerizo”...
Don Martiriano le dice a doña
Jodoncia: “Debemos dos cuentas: la de la compañía de luz y la del
médico. Sólo podemos pagar una. ¿Cuál de las dos pagamos?”. “La de la
compañía de luz —responde sin dudar doña Jodoncia—. El médico ya no te
puede apagar nada”...
FIN.
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