domingo, 15 de marzo de 2009

La vida. La telenovelera vida

Presente lo tengo Yo

No sé si esto que voy a contar hoy sucedió en verdad. Si sucedió, qué bueno. Si no, esperemos un poco, y ya veremos que sucederá.

Una muchacha y un muchacho están enamorados. Están enamorados el uno del otro, lo cual es todavía mejor. Son muy jóvenes, y en tiempos de juventud puede más la hormona que la neurona. Quiero decir que las cosas no se piensan: se hacen. Por eso suspiraba aquel filósofo: “¡Ah, si la juventud supiera!... ¡Ah, si la vejez pudiera!”.

Hacen sus cosas, pues, estos, enamorados, y a consecuencia de haberlas hecho ya no van a ser dos: van a ser tres. Él, asustado por aquella temprana responsabilidad, se va de la ciudad. Poco después nace la criatura. Para efectos del INEGI no ha habido cambio alguno: la población se ha mantenido estable.

La vida de la muchacha, sin embargo, cambia por completo. Debe ser madre y padre para su hijo, pues no tiene familia en la ciudad; no tiene a nadie. Busca trabajo y no lo encuentra. Desesperada va con el padre del muchacho. Es un señor de bien: está apenado por lo que hizo su hijo, y por lo que luego no fue capaz de hacer. Pero tampoco está en posibilidad de ayudar a la muchacha. Él mismo tiene problemas para sostener su casa.

Entonces el señor va a hablar con un amigo a fin de pedirle consejo. El amigo tiene su misma edad, y es viudo, sin hijos. Después de considerar el asunto, y tras informarse de la calidad de la muchacha (“Es decente —le ha dicho el señor—. El indecente es mi hijo”), el amigo propone una solución.

-Esa muchacha necesita un padre para su hijo —le dice al señor—. Yo, por mi parte, necesito una mujer. Si no tienes inconveniente habla con la joven y dile que estoy dispuesto a casarme con ella, si me acepta. La trataré como a una hija, y tu nieto tendrá dos abuelos: tú y yo.

El matrimonio se lleva a cabo. En aquel nuevo hogar reina la paz. Ella, en efecto, es como una hija para su marido, y él es como un abuelo para el niño. El otro abuelo visita al nieto cada día. Todo es felicidad.

Pasa un par de años, y el muchacho regresa a la ciudad. Se entera de lo sucedido y monta en cólera. Aquella mujer, dice a su padre, ha sido siempre suya. ¿Por qué él la entregó a otro hombre? Además aquel niño es su hijo.

-No es tu hijo —le dice con serenidad el señor—. Es hijo de mi amigo, cuyo apellido lleva, y es nieto mío. Los hijos no se hacen con la entrepierna, sino con el corazón. Tú no lo tuviste. Otro lo tuvo. Si vas a molestar a esa muchacha te van a matar.

-¿Quién me va a matar? —pregunta el muchacho, desafiante.

-Yo —responde el padre sin perder la serenidad—. Ya me avergonzaste una vez. Dos no me vas a avergonzar.

El muchacho se va de la ciudad jurando que nunca va a volver. “Así es mejor” —le dice su papá. Y cuando ve que su hijo ha subido al autobús se dirige con ánimo tranquilo a la casa de su amigo a ver, como todos los días, a su nieto.

No sé si esto que acabo de contar es cierto. A lo mejor no lo es. Pero las cosas no tienen que ser ciertas para ser verdad. La vida es un tema con infinitas variaciones. Quizás esto realmente sucedió. Si no, esperemos un poco. Alguna vez sucederá.

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