domingo, 8 de febrero de 2009

Entre santa y santo

Presente lo tengo Yo

Esto que voy a relatar es cierto. Cuando lo leas parecerá cosa inventada, pero no lo es. Lejos estoy de poseer la imaginación que se requiere para crear una ficción así. La realidad en cambio, es imaginativa —la más grande novelista que hay— y muchas de sus historias, con todo y ser tan reales, tienen frecuentemente los visos de la irrealidad.

Cambiaré, eso sí, los nombres de los pueblos donde sucedió este tan verdadero sucedido. Y cambiaré también los nombres de la santa y el santo que en él salen, pues no es cosa de desprestigiar a nadie, y menos a quienes por sus virtudes ejemplares alcanzaron la gloria inmensa de la santidad.

Hay en el sur de la República dos pueblos vecinos. Vecinos son, y por lo tanto enemigos el uno del otro. Los llamaré Amaneo el Alto y Amaneo el Bajo, para no dar lugar a confusión. Los dos son lugares muy católicos, donde la religión se practica con mucha devoción. Con demasiada, quizá, debo decir. Algún narrador menos dado que yo a los eufemismos hablaría de fanatismo.

El santo patrono de Amaneo el Alto es San Prócoro. Su imagen preside el altar mayor de la parroquia lugareña. En ella aparece el mártir con traza dolorida, la mirada puesta en las alturas, portando en la derecha mano el hacha con que —según la piadosa tradición— le cortaron la cabeza antes de ahorcarlo.

En Amaneo el Bajo es venerada Santa Dulia. El Flos Sanctorum —vida de los santos— dice que esta doncella nació en Numidia, en el siglo tercero de nuestra era. Ofreció al Señor la perfumada flor de su virginidad, pero su padre la prometió en matrimonio a un centurión. Ella le pidió a su celestial Esposo un milagro que evitara aquellos desposorios. La víspera de sus bodas se le cayó a Dulia su hermosa y larga cabellera rubia, y su cabeza quedó monda y lironda, igual que hueso de aguacate. El centurión no quiso ya casarse con la pelona joven. Se buscó otra de melena leonina, y se fue con ella. Por todo eso las muchachas de Amaneo el Bajo se cortan las trenzas para la fiesta de la santa —el 2 de julio— como señal de devoción. El boticario, sin embargo, que es librepensador, dice que lo hacen para poder lucir después peinados a la moda, y no el trenzado campesino que les imponen sus mamás.

Santa Dulia y San Prócoro son causa de la tremenda enemistad que hay entre los dos pueblos de mi historia. Los de Amaneo el Bajo afirman que Santa Dulia es más “milagrienta” que San Prócoro. Los de Amaneo el Alto dicen que los milagros de Santa Dulia son de vieja; que para milagros de hombre los de su santo patrono, Procorito.
Cierto día los dos pueblos sacaron en peregrinación a sus respectivos santos, para pedirles el don precioso de la lluvia, pues hacía seis meses no llovía. Se encontraron las dos procesiones en el puente, y entonces sucedió algo que... Pero se me acabó el espacio. Mañana terminaré la narración.

(La vida forma misteriosos círculos. Sus geometrías me traen de vuelta a casa. Regreso a VANGUARDIA, cuyas puertas me abrió con generosidad y con nobleza Diana Galindo de Castilla. Empiezo a vivir de nuevo los días que en este periódico viví. Miré al entrar la foto de mi tocayo Armando, y sentí su presencia como ayer, continuada hoy en su hijo y en sus hijas. Aquí estoy, pues, agradecido, para entregar cada día a los lectores de VANGUARDIA lo mejor de mí. Estoy de regreso después de un largo camino. Después de un largo camino todos estamos de regreso).

Ver... Entre santa y santo parte 2
Ver... Entre santa y santo parte 3

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