miércoles, 18 de marzo de 2009

Recurso

De politica y cosas peores

Saltillo, mi ciudad, tiene una larga tradición teatral. De ella forma parte Manuel Acuña, a quien muchos confunden con pelotero de beisbol cuando leen en el pedestal de su estatua la inscripción: “Al vate Manuel Acuña”. Poeta malogrado, el autor del famosísimo “Nocturno” fue también escritor dramático, y dejó con su obra “El pasado” una acabada muestra de romanticismo escénico. Entre nuestros autores teatrales está igualmente aquél que comenzó a escribir un tremendo drama de los que se llamaban “culebrones”, a la manera de los que hacían Linares Rivas o D’Annunzio, llenos de situaciones trágicas y lacrimógenas. En su obra el escritor que digo puso adulterios, incestos, amores imposibles, relaciones tan intrincadas y confusas que llegó un punto en que ni él mismo pudo ya desenredar el hilo de aquel complicadísimo argumento. El hijo resultaba ser esposo de su tía; la tía venía siendo abuela de su padre; el cuñado se enteraba de que era novio de su mamá; el esposo de ésta —se descubría— no era su marido; y todo conducía a un inextricable embrollo de equívocos y trastrueques en que no se sabía quién con quién ni cuál con cuál. Los actores habían memorizado ya los dos primeros actos, y ni ellos ni el director alcanzaban a imaginar cómo el autor iba a desentrañar aquella maraña sin pies ni cabeza. Cierto día el escritor llegó al ensayo y anunció triunfalmente que había dado ya con el modo de resolver las situaciones y dar al drama un lógico final. “¿Cómo?” —preguntó el director muy intrigado. Respondió el dramaturgo: “En la última escena todos los personajes están en una fiesta. Llega un oso y se los come a todos”...

No andaba tan errado en su artificio aquel escribidor. También los dramaturgos griegos tenían su oso, aquel deus ex máchina que bajaba al escenario mediante un mecanismo de cuerdas y resolvía cuestiones difíciles o trágicas. Los mexicanos hemos inventado un recurso para usarlo cuando una elección se torna peligrosa. Ese recurso se llama “caída del sistema”. Lo acaba de usar el PRD, aunque en su caso el recurso no se llama “deus ex máchina”: se llama sencillamente “cochinero”. Yo tengo una tesis de política. Las derechas manejan muy bien la teoría, y fracasan en el terreno de la práctica. Las izquierdas, en cambio, son pragmáticas, y las teorías les importan una pura y celestila ingada, si me es permitida esa ática expresión. En general —no siempre— las derechas buscan aplicar principios éticos a la política, y muchas veces chocan frontalmente con una realidad en que la axiología no tiene cabida, siendo que debería tener cabida en todo. Las izquierdas, en cambio, actúan con absoluto pragmatismo. Para ellas el fin justifica los medios, y no vacilan en aplicar ninguno que los ayude a conseguir el poder, y a mantenerlo. La tesis que propongo explicaría las fallas que ha demostrado el PAN en el ejercicio del poder, por su falta de práctica, y explicaría también la ausencia de ética y legalidad en algunas acciones del PRD, por su despego de nociones teóricas pertenecientes al campo de los valores. Desde luego estoy generalizando —las teorías son siempre una generalización—, pero si mi argumento falla siempre estará el oso, el deus ex máchina, para sacarme de cualquier complicación...

Un hombre llegó al atestado consultorio médico y dijo en voz muy alta a la recepcionista: “Quiero ver al doctor, porque tengo un problema en la pija”. “¡Oiga! —le indica en voz baja la muchacha—. ¡Aquí no se puede hablar así!”. “Pues ¿cómo debo hablar?” —pregunta el individuo. “Con palabras que todos puedan oír —contesta la empleada—. Salga usted, vuelva a entrar y diga por ejemplo: ‘Quiero ver al doctor, porque tengo un problema en el oído’”. El tipo obedece. Sale, regresa, y dice en voz alta a la muchacha: “Quiero ver al doctor, porque tengo un problema en el oído”. La chica, ya tranquila, le pregunta: “¿Qué problema tiene en el oído, señor?”. Responde el sujeto: “Cuando meo me duele de a madre”...

FIN.

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