El hombre que lo vio alzó la vista, y arriba, muy arriba, vio a un
niño en el cielo, de cabeza.
El pequeño sostenía en sus manos aquel
hilo.
Entonces el hombre comprendió: el mundo era una cometa que aquel niño había echado a volar con los primeros vientos de febrero.
No se extrañó el hombre. ¿Para qué son los vientos de febrero? Para que los niños salgan a volar cometas, claro.
¿Y las leyes de la física? ¿Y el orden de las cosas? ¿Y la lógica?
¡Bah! ¡Todo eso que se lo lleve el viento!
¡Hasta mañana!...
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