lunes, 25 de febrero de 2013

La sabiduría de todos. Es decir, los refranes.

Presente lo tengo Yo

—Con esto y un buen bizcocho, hasta mañana a las ocho.
Se decía eso, jocosamente, al final de una cena opípara, abundante, para significar que se había cenado muy bien.
—Dijo Blas, y punto en boca.
Expresión usada irónicamente cuando alguien decía alguna cosa que pretendía ser la última verdad, el argumento definitivo.
—Pega la boca a la pared.
O sea: calla, contente, aguántate las ganas de hablar, de decir algo.
—A mear y a la camita.
Con esa frase se daba por concluído un asunto, alguna discusión.
—Comerse el lonche antes del recreo.
Eso hacían los novios que tenían trato íntimo antes de la boda.
—Peerse pa’ dentro.
Aguantar sin protesta algún mal trato o injusticia.
—Las de San Pedro.
Eran las lágrimas. Recordemos que el apóstol lloró después de negar tres veces a Jesús. Se le salieron “las de San Pedro’’.
—Le dijo las cuatro letras.
Es decir, le aplicó a una mujer cierta palabra bastante fuerte.
—Despacio, chinches, que la noche es larga.
Se usaba esa expresión para calmar la impaciencia de alguien que pedía más rapidez al hacer algo.
—Pringapiés.
Eufemismo para referirse a la diarrea.
—Quedarse con el chongo hecho.
Quedarse plantada una mujer que se arregló para salir con alguien que no llegó.
—Sonarse con el pañuelo de cinco puntas.
Sonarse con los dedos la nariz.
—Pipiolo.
Niño pequeño. Yo veía esa palabra en las tiras cómicas venidas de Argentina. Ahora me encuentro —Diccionario de Americanismos de don Francisco J. Santamaría— con que la palabra viene del náhuatl “pipiyolin’’, que quiere decir “niño’’, “chamaco’’.
—Este nomás oye por las nalgas.
Se decía del muchachillo que sólo hacía caso si se le aplicaban unas buenas nalgadas.
—Sin contar los años que mamó, lloró, meó, anduvo a gatas y fue a la escuela.  
Esa curiosa expresión se usaba luego de que una mujer había dicho su edad quitándose los años.

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