De politica y cosas peores
Vehementino y su novia Dulcibel fueron a un día de campo. En las semanas
anteriores habían estado practicando intensamente eso que en inglés se
conoce como “necking” (dijo Groucho Marx: “Quien lo llamó así no sabe
nada de anatomía”), y que en el español de México recibe el nombre de
cachondeo, pichoneo o guacamoleo. Quiero decir que se habían acariciado
mutuamente con encendido ardor, aunque sin llegar al último deliquio.
Aquel día, el de la jira campestre, ambos sintieron el urente llamado de
la naturaleza. Le dijo Vehementino a Dulcibel: “Vayamos a aquel
bosquecillo, y en la umbría soledad del soto consumemos nuestro amor”.
“Tengo miedo —opuso ella—. La gente podría vernos, y además soy virgen,
doncella, señorita. Me han dicho mis hermanas, mis primas, mis amigas,
mis vecinas (de cuadra, de calle y de colonia), mis condiscípulas del
colegio, mis colegas de profesión, mis compañeras de oficina, mis
conocidas del gimnasio, mis correligionarias de partido y mis
contemporáneas de generación que la primera vez duele un poco”. Prometió
él: “Trataré de ser cuidadoso, delicado, caballeroso y tierno”.
“Tampoco es para tanto —acotó Dulcibel—. Tú aviéntate”. Sugirió el
galán: “Si experimentas algo de dolor haz como vaca: ‘Muuu’, y yo
entenderé que debo sofrenar mis ímpetus.
En cambio si sientes placer, deleite, satisfacción o gusto, entona una canción. Así nadie se percatará de lo que estamos haciendo, y yo sabré cómo debo actuar, y qué tempo debo dar a mi interpretación: adagio, andante, moderato, allegro, vivace, presto o prestissimo”.
En cambio si sientes placer, deleite, satisfacción o gusto, entona una canción. Así nadie se percatará de lo que estamos haciendo, y yo sabré cómo debo actuar, y qué tempo debo dar a mi interpretación: adagio, andante, moderato, allegro, vivace, presto o prestissimo”.
Porque es de saberse que Vehementino era
músico: tocaba la ocarina. Fueron, pues, los dos al sitio convenido, y
recostados sobre el de grama césped no desnudo —la frase es gongorina—
dieron libre curso a su amor y a sus sentidos, los cinco, y algunos más
de los muchos que en esos éxtasis suelen sobrevenir. En el momento
culminante Dulcibel empezó a hacer: “Muuu… Muuu”. Ya iba Vehementino a
disminuir la intensidad de su pasión, pero Dulcibel lo retuvo sobre sí
al tiempo que hacía: ‘Muuu… Muuu… ¡Muuujer, si puedes tú con Dios
hablar…!”. ¡Qué barbaridad, del leve dolor pasajero había pasado al
intenso goce placentero! Por eso empezó a cantar esa canción. Se trata
de “Perfidia”, del chiapaneco Alberto Domínguez Borras, autor de otra
canción que igualmente dio la vuelta al mundo: “Frenesí”. El cuento que
has narrado, columnista, debe entonces datarse por los años de la
Segunda Guerra, pues “Perfidia” se estrenó en 1939, y en el 42 la
popularizó Xavier Cugat.
¿Podremos nosotros ponerle fecha a la realización de las buenas, bonísimas intenciones que se plasmaron en el Pacto por México, o quedarán esos loables propósitos en letra si no muerta, por lo menos bastante desmayada? Y es que los dos principales partidos de la oposición, el PAN y el PRD, dan indicios de que la cordial aquiescencia que mostraron al principio ha empezado a dar paso a reticencias del tipo de: “Sí pero no”. Eso amenaza la integridad de dicho acuerdo, y su consumación. Ojalá los partidos digan mejor: “No pero sí”, y se pongan a trabajar en coordinación con el Gobierno y la ciudadanía para sacar adelante los importantes temas que se propusieron en bien de la nación…
¿Podremos nosotros ponerle fecha a la realización de las buenas, bonísimas intenciones que se plasmaron en el Pacto por México, o quedarán esos loables propósitos en letra si no muerta, por lo menos bastante desmayada? Y es que los dos principales partidos de la oposición, el PAN y el PRD, dan indicios de que la cordial aquiescencia que mostraron al principio ha empezado a dar paso a reticencias del tipo de: “Sí pero no”. Eso amenaza la integridad de dicho acuerdo, y su consumación. Ojalá los partidos digan mejor: “No pero sí”, y se pongan a trabajar en coordinación con el Gobierno y la ciudadanía para sacar adelante los importantes temas que se propusieron en bien de la nación…
Capronio, sujeto ruin y desalmado, fue de compras
con su esposa. Le dice la señora: “Mañana es el cumpleaños de mamá.
Me gustaría que le regaláramos algún artículo eléctrico”. “¿Una silla?” –sugirió aviesamente el canalla…
Me gustaría que le regaláramos algún artículo eléctrico”. “¿Una silla?” –sugirió aviesamente el canalla…
Aquel escocés que se declaraba ateo
estaba pescando en el hermoso lago cuando de pronto salió de entre las
aguas un gigantesco monstruo marino que hizo volcar el bote. El hombre
no sabía nadar, y para colmo la terrible bestia alargó el pescuezo y lo
iba a tomar entre sus horribles fauces. Clamó con desesperación el
infeliz: “¡Dios mío, sálvame!”. De lo alto se oyó una majestuosa voz:
“¿No has dicho siempre que no crees en Mí?”. “¡No la jodas, Señor!
—replicó el escocés—. ¡Hace un minuto tampoco creía en el monstruo de
Loch Ness!”…
Don Frustracio, el esposo de doña Frigidia, le confió a un
amigo: “Sospecho que finalmente anoche mi mujer sintió algo en el curso
del acto del amor”. “¿Por qué lo crees?” –preguntó el otro. Contesta don
Frustracio: “Dejó caer la lima de las uñas”…
FIN.
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