De politica y cosas peores
El director de cine Michael Winner le comentó a Charles Bronson, aquel
actor con rostro de fierro corrugado: “Acabo de leer un libro que podría
servir para hacer un film extraordinario. Trata de un ciudadano común y
corriente que, harto de la ineficiencia de la policía, se dedica a
matar delincuentes”. “Me gustaría hacerlo” –dijo Bronson. Preguntó el
cineasta: “¿Te gustaría hacer el film?”. “No —respondió el actor—. Me
gustaría matar delincuentes”. Esa película —“Death wish”— se hizo, y fue
un rotundo éxito: el público se sintió identificado con el hombre
ordinario, víctima indefensa de los criminales, que tomaba las armas
contra ellos y se hacía justicia por su propia mano. Ciertamente todos
llevamos en nosotros el oculto deseo de dañar a quienes nos han hecho
daño. La ley del talión tiene en el mundo de los hombres la misma fuerza
que en el mundo de la física tiene la ley de la gravitación universal.
Han surgido en Guerrero grupos armados cuyos integrantes se constituyen
al mismo tiempo en fiscales, jueces, jurados y verdugos. La autoridad
negocia con ellos sin considerar que esos ciudadanos, aparentemente
justicieros, pueden incurrir en delitos semejantes a los de aquéllos a
quienes persiguen. La Teoría Política prescribe que el Estado tiene el
monopolio de la fuerza legítima. No puede abdicar de ella, o ceder su
uso a los particulares, so riesgo de introducir en las relaciones
sociales graves gérmenes de violencia e inseguridad.
Dejemos los vengadores solitarios para el cine, y contribuyamos todos, con nuestra participación de ciudadanos responsables, a que la fuerza del Estado se ejercite en forma legal, eficiente y oportuna, de manera que nadie quiera tomar en sus manos la ley y la justicia…
Dejemos los vengadores solitarios para el cine, y contribuyamos todos, con nuestra participación de ciudadanos responsables, a que la fuerza del Estado se ejercite en forma legal, eficiente y oportuna, de manera que nadie quiera tomar en sus manos la ley y la justicia…
Con lo dicho
anteriormente he cumplido mi deber de orientar a la República. Puedo
entonces dedicar sin contrición alguna el resto de mi espacio a narrar
unas cuantas historietas de humor lene que permitan a mis cuatro
lectores aliviar la pesadumbre de aquel ciceroniano apóstrofe…
Doña
Macalota llegó a su casa y encontró a su casquivano esposo, don
Chinguetas, en el lecho conyugal con dos estupendas muchachonas, una
morena y una rubia. “¡Chinguetas! —rebufó la señora en paroxismo de
iracundia—. ¿Qué haces?”. Calmoso replicó el cínico marido: “Al pie del
altar te prometí que estaría contigo en las buenas y en las malas. Éstas
son las buenas”…
Doña Jodoncia, la fiera cónyuge de don Martiriano, le
contó a su vecina: “Le di 200 pesos a un pobre hombre que me los pidió
de caridad”. Opinó la vecina: “200 pesos es mucho dinero para darlo de
limosna. ¿Qué dijo tu marido?”. Responde la anfisbena: “Dijo con voz
humilde: ‘Gracias’”…
Pepito le informó a su papá que la maestra lo había
sacado del salón. “¿Por qué?” –quiso saber el señor. Explica el niño:
“Me preguntó cuántas son 3 por 5, y yo le dije: ‘15’. Luego me preguntó
cuántas son 5 por 3”. “¡Joder! —se encrespó el padre—. ¿Y dónde está la
chingá diferencia?”. “Yo le dije exactamente lo mismo —explica Pepito—.
Por eso me sacó del salón”...
Era una noche fría, y el señor y su esposa
estaban acurrucados en la cama viendo un programa de televisión. De
pronto el hombre le dio a su mujer un apretoncito en el pie.
“¡Ah! —exclamó ella—. ¡Eso se sintió sabroso!”. “Qué bueno —dice el marido—. Pero la verdad es que creí que era el control de la tele”…
“¡Ah! —exclamó ella—. ¡Eso se sintió sabroso!”. “Qué bueno —dice el marido—. Pero la verdad es que creí que era el control de la tele”…
Tres niñitas,
una inglesa, la otra norteamericana y la tercera francesa, estaban de
vacaciones con sus padres en una playa del Caribe. Pasaron frente a un
bungalow que tenía la ventana abierta, y vieron a una pareja de casados
en pleno trance erótico. “¿Qué hacen?” –preguntó muy intrigada la
inglesita. Dice la pequeña norteamericana: “Están haciendo el amor”.
Añade la niña francesa: “Y muy mal”…
Doña Crasa era muy robusta, por no
decir que gorda. Una de sus amigas, preocupada, le recomendó: “Deberías
hacer alguna dieta”. Contesta la regordeta dama: “Estoy haciendo la del
abecedario”. Preguntó con interés la amiga: “¿Cómo es la dieta del
abecedario?”. Responde doña Crasa. “Solamente como los alimentos cuyo
nombre empieza con cualquiera de las letras del abecedario”…
Le dice un
tipo a otro: “Mi proctólogo se enojó conmigo, y ya no quiere atenderme”.
“¿Por qué?” –pregunta el amigo. Responde el individuo: “El otro día me
estaba examinando, y sin querer se me escapó el nombre de otro
proctólogo”…
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario