sábado, 23 de febrero de 2013

Ahora sí hay Presidente

De politica y cosas peores

Esta columnejilla empieza hoy con un cuento subido de color. Las personas a quienes no les gusten los colores subidos deben omitir su lectura, y empezarla en la parte donde dice: “La buena noticia es que ahora sí hay Presidente. La mala noticia es que ahora sí hay Presidente”…

Un inglés, un irlandés y un escocés fueron a jugar golf con sus esposas. Los escoceses, ya se sabe, tienen fama de ser demasiadamente ahorrativos. Sucedió que una súbita ráfaga de viento le levantó la falda a la esposa del inglés, y se vio que la señora no traía nada abajo. “Es que no me das para que me compre ropa interior” –le explicó la mujer a su marido. El británico sacó la cartera y le dio dinero a su esposa para que la comprara. Sopló otra vez el viento, y le levantó el vestido a la irlandesa. También ella iba absolutamente ventilada en la región de la entrepierna. Le dijo lo mismo a su marido: no llevaba ropa íntima porque él no le daba con qué adquirirla. El irlandés se llevó la mano al bolsillo, sacó unos billetes y se los entregó a su cónyuge para que se comprara ropa y no fuera a sufrir algún accidente de hiperventilación. Una nueva ráfaga le alzó la falda a la esposa del escocés. “Begorrah! –exclamó el hombre-. ¿Por qué no traes calzones, woman?”. Respondió ella: “Porque tú no me das para comprarlos”. El escocés se llevó la mano al bolsillo y sacó un peine. Le dijo a su mujer: “Por lo menos ponte presentable”…

La buena noticia es que ahora sí hay Presidente. La mala noticia es que ahora sí hay Presidente. No incurrirá en falso testimonio quien diga que Felipe Calderón no gobernó. Si al paso de los años preguntara alguno: “¿Cuándo fue Presidente Calderón?”, la respuesta obligada sería: “Nunca”. En el curso del sexenio calderonista los gobernadores actuaron como se les pegó la gana. Se instauró un “feuderalismo” por el cual cada gobernador hizo de su estado un feudo o coto particular donde sólo su voluntad privaba. Calderón, encerrado en sí mismo y rodeado de incondicionales, dejó hacer y dejó pasar. El resultado fue un absoluto desmadre, si me es permitida esa ática expresión. Con el regreso del PRI ha vuelto el sistema presidencialista, y otra vez la autoridad se ejerce desde el centro. Ya se ha notado el ejercicio de ese control central. El último caso en que lo vimos fue con motivo del zipizape habido entre Beltrones y el guerrerense Aguirre. Fue suficiente una vaga alusión presidencial para que los dos belicosos personajes acallaran sus gritos pugnaces y se avinieran a la conciliación. Eso es bueno, pues en esta república de chómpiras es necesario que alguien ponga siquiera un viso de orden. El restablecimiento de ese control presidencialista, sin embargo, entraña el riesgo del autoritarismo si de él deriva el surgimiento de una sola voluntad omnímoda que todo lo determine y lo decida todo en el país. Eso no sólo sería retroceder: también sería volver hacia atrás…

En la antesala del laboratorio de exámenes clínicos el pequeño Juanilito lloraba desconsoladamente. Le preguntó Pepito: “¿Por qué lloras?”. Respondió Juanilito entre sus lágrimas: “Me hicieron un examen de sangre, y con una aguja me picaron el dedito”. Al oír eso Pepito rompió en gemidos desgarrados. Le preguntó, asustado, Juanilito: “¿Por qué lloras así?”. Y contestó Pepito sollozando: “¡A mí me van a hacer un examen de orina!”…

Aquella línea aérea se enorgullecía de la puntualidad de sus vuelos. Su lema era: “La Northern Arrow siempre sale a tiempo”. Cierto día un niñito que viajaba con su mamá le preguntó a la señora: “Mami: si los gatos tienen gatitos, y los perros tienen perritos ¿por qué los aviones no tienen avioncitos?”. La señora no supo qué contestar. El chamaquito repitió con tanta  insistencia la pregunta que hizo que la madre se desesperara y lo reprendiera levantando la voz. Acudió una de las azafatas a ver qué sucedía, y la señora le explicó: “Es que mi hijo me preguntó por qué, si los gatos tienen gatitos y los perros tienen perritos, los aviones no tienen avioncitos. No supe qué contestar. Insistió él, y me desesperé yo. ¿Acaso usted podría responder a esa pregunta?”. “Pienso que sí –replicó la muchacha-. En nuestro caso los aviones no tienen avioncitos porque la Northern Arrow siempre sale a tiempo”…  (No le entendí)…

FIN.

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