jueves, 14 de febrero de 2013

Del amor y la amistad. Dos grandes goces.

Presente lo tengo Yo

Me voy a fijar bien, a ver si es cierto. Según observaciones de los ornitólogos, esos señores que andan por ahí mirando pájaros, el 14 de febrero es el día en que las aves del cielo empiezan a hacer más pajaritos en la tierra. Tras sus amores fabricarán sus nidos; nacerán ahí los polluelos, y seguirá —con otros amores, otros nidos y otros días 14 de febrero— la sucesión eterna de la vida.

Antes no teníamos Día del Amor y la Amistad. La fecha es una celebración sajona que tarde o temprano tenía que llegarnos, igual que nos llegó el Halloween. No dudo de que alguna vez celebraremos también el Thanksgiving.

Hasta hace algunos años el 14 de febrero se conocía con el nombre de Día de los Novios.

Después se amplió el nombre a Día del Amor y la Amistad. Así se vendían más regalos. 

Conforme pase el tiempo, pienso, la celebración irá incluyendo otros diversos sentimientos: Día del Amor y la Amistad, el Aprecio, la Estimación, la Simpatía, el Afecto, la Cordialidad, la Gentileza, la Amabilidad, etcétera.

En Inglaterra los novios acostumbraban hacer sus promesas de matrimonio, o esponsales, el día de San Valentín. Habían quizá leído a Chaucer, primer escritor que se dio cuenta de que los pajaritos y las pajaritas empezaban a hacer cositas precisamente el 14 de febrero, fecha de aquel santo. En tal día los novios ingleses se enviaban cartitas. La más antigua —de 1477— se conserva en el Museo Británico. Yo la leí ahí, y la copié:

“Dirigida a master John Paston, en Glancy.

Reverendísimo y honorable bien amado: me recomiendo a vos de todo corazón, deseando saber de vuestra salud. Ruego a Dios Todopoderoso que os conserve por mucho tiempo, según Su beneplácito y el deseo de mi corazón. Si podéis estar contento con mi pequeña dote, y si me desposáis, seré la joven más feliz de la tierra; una buena, leal y amante esposa, y vuestra compañera de lecho toda la vida. Marguerite”.

El escritor belga Delehaye hizo un descubrimiento interesante. Para festejar a la diosa Juno, en su advocación de Februata, se celebraba en Roma un rito bastante movidito: una veintena de mancebos se unían carnalmente a otras tantas muchachas en una jubilosa ceremonia. Las parejas se formaban por sorteo, en una rifa.

Cuando Constantino impuso el cristianismo, los jóvenes romanos insistieron en conservar aquel ritual, pues eran muy devotos en materia de religión. La sabrosa fiesta se llevaba a cabo precisamente en la fecha del calendario romano que corresponde al 14 de febrero. 

Algún sapiente clérigo determinó que no convenía suprimir esa celebración así tan de repente, e imaginó un ingeniosísimo medio para calmar los ímpetus de los piadosos jóvenes: en vez de poner en los papelitos del sorteo nombres de chicas y de chicos, puso nombres de santos y de santas, para que cada muchacho  y cada muchacha le rezara al que le había tocado en la rifa. Ignoro si funcionó el recurso. A mí en lo personal no me habría gustado sacarme en la rifa, en vez de a Flavia o a Lucrecia, a San Guarino.

En cualquier caso el 14 de febrero es un día que debe estar lleno de buenos deseos. A ellos añado yo los míos.

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