lunes, 18 de febrero de 2013

Meses de dura sequía

De politica y cosas peores

Don Fortunio, hombre con muy buena suerte, paseaba por un centro comercial, y observó a una atractiva mujer que buscaba algo en el suelo. El afortunado caballero vio en un rincón un objeto que brillaba, y lo recogió. Resultó ser un ojo de cristal. Se percató entonces de que a la dama le faltaba un ojo. Fue hacia ella, y mostrándole el de vidrio le preguntó: “¿Es suyo?”. “Sí —respondió ella—. Por favor, ayúdeme a ponerlo en su lugar”. El venturoso caballero, después de limpiar muy bien el ojo de cristal, se lo colocó cuidadosamente. Ella, agradecida, lo invitó a ir a su departamento, y ahí le hizo el amor. Al terminar el agradable trance don Fortunio le preguntó a la hermosa mujer: “¿Haces esto con todos los hombres?”. “No —respondió ella—. Nada más con los que me llenan el ojo”…

La pequeña Rosilita le dijo a su mamá: “Mami: ¿verdad que todos los cuentos empiezan: ‘Había una vez…’?”. “No todos, hijita —la corrigió la señora al tiempo que le dirigía una fiera mirada a su marido—. Hay otros que empiezan: ‘Tuve mucho trabajo en la oficina; por eso llegué tan tarde anoche’”…

Alguien le preguntó a Babalucas: “¿Sabes patinar en hielo?”. Respondió el badulaque: “Ignoro si sé patinar o no. Jamás he podido mantenerme en pie el tiempo suficiente para averiguarlo”…

Llegó el día. Los días siempre llegan; los de la vida y el otro. “Pues si vemos lo presente / cómo en un punto se es ido / y acabado,  / si juzgamos sabiamente / daremos lo no venido / por pasado”. Así trovó Manrique en las dolidas Coplas que le inspiró la muerte de su padre. Coplas de pie quebrado se llaman esos versos en que la métrica y la rima imitan el toque de difuntos de las campanas eclesiales. Pues bien: parece que fue mañana cuando anuncié que sacaría aquí la deplorable historietilla conocida como “Filatelia”, inane nombre que oculta la desaforada badomía del relato. Y he aquí que el día llegó ya. Lean mis cuatro lectores ese cuento al final de esta columnejilla. Moralistas, y cualquier otra especie de gaznápiros, absténganse…

“Van meses y meses de dura sequía…”. Así comienza un bello poema de Otilio González, poeta saltillense de fina sensibilidad que por un trágico azar cayó asesinado en Huitzilac en una de aquellas primitivas matanzas de quítate tú para ponerme yo a las que la historia oficial llama “luchas revolucionarias”. En diversas partes del país se ha abatido una tremenda sequía que ha causado ya graves daños a la agricultura y a la ganadería. En Coahuila, mi estado, hay regiones donde hace más de un año que no cae una gota de lluvia. Los viejos campesinos del sur de la entidad me dicen que desde hace 60 años no han visto una sequía igual. Yo voy por los caminos —soy homo viator, como los peregrinos medievales—, y miro por todos lados esos siniestros remolinos de polvo que se alzan de la tierra y pintan de gris el inexorable azul de un cielo cruel sin nubes. Los antiguos pobladores de estos lares creían que en esas tolvaneras se mostraba el diablo, a quien llamaban Cachiripa, y trataban de conjurarlo con angustiados exorcismos: “¡Cruz, cruz, que se vaya el diablo y venga Jesús!”. La lluvia es Dios hecho agua, digo yo, pero no viene. Tan mal hemos tratado al mundo los humanos que a lo mejor perdió ya lo divino. Quién sabe. Lo que sí sé es que hace mucho tiempo no ha llovido en muchas partes de México, y que el campo, y quienes en él viven, necesitan la ayuda del Gobierno. Que no tarden en llegar esos apoyos. Que no haya sequía también en los funcionarios…

He aquí, por fin, el anunciado cuento: “Filatelia”. Las personas con tiquismiquis de pudicia deben interrumpir en este punto la lectura…

La Dirección  de Correos había emitido una serie de timbres postales con la reproducción de cuadros famosos del Museo del Prado. El subjefe de la oficina le dijo al director: “Señor: me temo que vamos a tener que retirar de la circulación el timbre con la Maja Desnuda, de Goya”. “¿Por qué? —se inquietó el funcionario—. ¿Ha habido protestas de algún grupo religioso o moralizador?”. “No —responde el otro—. Pero los hombres lamen siempre la estampilla por el lado equivocado”… ¡Qué barbaridad! Hacían lo que pensó hacer aquel sujeto que vio a una mujer espectacular y le dijo a un amigo: “Con ésa yo empezaría a besar desde la pata”. El otro lo corrigió: “Querrás decir desde el pie”. “No —insistió el tipo—. Desde la pata… de la cama”. (Caón, creo que estuvo más pelado el comentario que el chiste. Mejor paso a retirarme)…



FIN.

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