viernes, 8 de febrero de 2013

Regalos de la vida

De politica y cosas peores

Pirulina, muchacha pizpireta, fue a confesarse con el Padre Arsilio. Le dijo que había tenido tratos de fornicio con Pedro, Juan y varios. El sacerdote la reprendió, severo: “Hija mía: ¿sabes lo que te vas a ganar por hacer eso?”. Replicó Pirulina con naturalidad: “No cobro, padrecito”…

El buen Jesús y San Pedro bajaron a la Tierra, pues sintieron el deseo de jugar unos tres o cuatro hoyos de golf. Jesús hizo el primer tiro. La pelota golpeó en el tronco de un árbol y saltó hacia lo alto. Un águila que pasaba la tomó en su pico, y al ver que no era nada comestible la soltó. La pelota cayó directamente en el hoyo. ¡Hole in one! Le dice, amoscado, San Pedro al buen Jesús: “Como milagro no está mal, Señor. ¡Pero no se te ocurra hacer esto cuando juguemos por dinero!”…

Silly Kohn, vedette de moda, participaba en un concurso de cultura general. Le preguntó el conductor: “¿Quién es el autor de la obra teatral ‘Don Juan Tenorio’?”. Vaciló Silly. La mujer que estaba atrás de ella le sopló en voz baja: “Zorrilla”. La vedette se volvió con enojo: “¡Y tú pendeja!”…

La vida, esa señora impredecible, suele hacerme súbitos regalos. Leo en el último número de la revista Caras: “Entrevistamos a Armando Fuentes Aguirre, Catón, el periodista con el mejor humor”. ¡Qué maravilla! Es la entrevista que me hizo Caleb Torres, una de las más completas y reveladoras que a lo largo de mi vida se me han hecho. Aparece ilustrada con espléndidas fotografías de ese gran artista que es Rodrigo Cassou. Dice así la presentación del texto: “El peculiar estilo de Catón, que mezcla la política con el típico humor mexicano, le ha ganado miles de lectores en México y algunos países de Iberoamérica”. No exagero si digo que quien quiera conocerme como soy, y enterarse de aspectos ignorados de mi vida —quizás alguno de mis cuatro lectores sienta ese insólito deseo—, debe leer este artículo de colección publicado en Caras. ¿De dónde sacaron sus autores esos rarísimos retratos de mi niñez y juventud, que yo mismo ignoraba que existieran? ¿Cómo hizo Caleb para lograr que le dijera yo cosas que a nadie antes le había dicho? ¿Qué extraordinaria sensibilidad, o qué mágica lente usó Rodrigo para hacer que en sus fotografías me vea yo como me veo? Gracias doy a esos generosísimos colegas por haberme sacado de mí mismo para mostrarme tal cual soy. Gracias a Lucía Alarcón de Zamacona, la directora editorial de Caras, y a Ana Carballido Castillo, su coordinadora editorial, por la hospitalidad que me dieron en sus páginas. Y a la señora vida, gracias por haberme hecho este regalo. Hoy viernes, día en que toda la familia se junta en nuestra casa, pondré como sin intención la revista sobre la mesa de la sala para que ahí la vean mis hijos y mis nietos. También los papás y los abuelos tenemos derecho a presumir un poco…

Dulcilí, muchacha ingenua, hacía el amor con su lúbrico galán en un ameno prado, junto al arroyuelo. Exclama jubilosa: “¡Bien dice mi mamá, que se puede gozar más en el campo, en pleno contacto con la naturaleza, que en los antros de la ciudad, tan llenos de humo y música ruidosa!”…

Susiflor les anunció a sus padres que Avidio, su novio, se iba a presentar esa noche a solicitar su mano. Preguntó con voz grave el genitor: “¿Tiene dinero?”. “¡Ah! —exclama Susiflor—. Todos los hombres son iguales. ¡Él me preguntó lo mismo acerca de ti!”…

El pato encontró a la patita en malos pasos con el ganso del corral. Ella se justificó, humilde: “Recuerda que antes de casarnos te dije que me gustan mucho los gansitos”…

La hija de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, compartió con los invitados algo que la noche anterior le había sucedido. “En la oscuridad de mi cuarto —relató—, creí ver un fantasma. ¡Se me puso la carne de gallina!”. “Jovencita —le llamó la atención doña Panoplia—. A nosotros no se nos pone la carne de gallina. Debes decir: ‘Se me puso la carne de pavo real’”…

La señora regresó el lunes de un viaje. Su pequeño hijo le contó, emocionado: “Yo y papi dormimos juntos el viernes”. La linda mucama de la casa lo corrigió, sonriendo: “Papi y yo dormimos juntos el viernes”. “No –la corrigió a su vez el niño-. Lo de ustedes fue el sábado”…

FIN.

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