viernes, 13 de febrero de 2009

San Gerásimo

Presente lo tengo Yo
 
La gente cree que yo invento, las historias de santos que a veces suelo relatar. Piensan mis lectores —los cuatro que ya tengo-— que San Virila, por ejemplo, es un producto de mi imaginación. No hay tal: San Virila realmente existió. Hay una iglesia consagrada a él en tierras españolas, de Navarra. Su párroco es un sabio y santo sacerdote que se llama don Elías Pitillas. La señora Lupita, esposa de don Amado Barrera —hijo de aquel inolvidable Barrerita que vendía billetes de la lotería—, le mandó al padre Pitillas algunos de mis artículos sobre San Virila, y el señor cura me escribió una hermosa carta de agradecimiento por dar a conocer “en América” la vida de ese santo.
 
Hoy quiero evocar a otro. Se llama San Gerásimo, y su fiesta se celebra el 5 de marzo. Su historia parece un cuento escrito por Anatole France. Nació en Turquía allá por el año 400 de nuestra era, y murió un día como hoy en 475. Murió de muerte natural. Eso es algo sobrenatural, porque todos los santos y santas de ese tiempo morían de muertes desastradas: los descuartizaban; los echaban en un perol de aceite hirviendo, les cortaban los senos (a ellas, claro); los echaban en un pozo lleno de sierpes venenosas. No así Gerásimo: murió de su muerte, como decían los antiguos cuando alguien se moría de viejo.
Tiene una linda leyenda San Gerásimo. Vivía a orillas del Jordán, cerca de Jericó. Cierto día oyó rugidos lastimeros: salió al campo y encontró a un león que tenía una enorme espina clavada en una pata. Lo curó y el león lo siguió como un manso perro hasta el monasterio donde vivía el santo. Gerásimo lo bautizó con el nombre del río: lo llamó “Jordán”. Le encargó una tarea: cuidar a la mula de la comunidad, animal rebelde y levantisco —así son los de su ralea— que insistía en escapar del convento para irse libre al monte.
 
Una noche la mula desapareció. San Gerásimo le dijo al león “Jordán”:
 
-Puesto que no cuidaste lo que debías cuidar, en adelante tú cargarás la leña, el agua, todo lo que la mula cargaba. Y tendrás que cargarnos también a nosotros.
 
La gente se sorprendía al ver a los humildes cenobitas a lomos del enorme león, que los llevaba como una humilde bestia.
 
Pasó el tiempo, y una tarde pasó una caravana cerca del monasterio. “Jordán”, que en ese momento llevaba dos grandes cubos de agua, olfateó el aire de repente y luego salió a todo correr en dirección a donde la caravana estaba descansando. Se metió entre ella, causando terror en hombres y animales, y sacó a una mula estirándola de una oreja con el hocico. Era la mula desaparecida. Ya no volvió el león a trabajar: se la pasba contemplando arrobado a San Gerásimo cuando hacía oración.
 
Murió por fin el santo. “Jordán” se echó sobre su tumba y ya no se movió de ahí. Murió poco después, de hambre y de tristeza. En la vieja iconografía medieval aparece San Gerásimo con un león y una mula. Yo tengo la copia de un grabado en boj que así lo representa.

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