martes, 10 de febrero de 2009

La Perla Tapatía

De politica y cosas peores
 
Hay un elegante restorán en la Zona Rosa de la Capital. Se llama “La Pija de Clinton”. A ese lugar llevó don Algón, salaz ejecutivo, a Rosibel, muchacha en flor de edad. Ella escogió los platillos más caros de la carta. Al parecer se fijó primero en la parte derecha del menú, la de los precios, y sólo después en la columna de la izquierda, donde venían los nombres de las viandas. Además pidió cuatro aperitivos, dos ensaladas, dos sopas, dos platos fuertes y tres postres; luego un café de los costosos, y por último cinco o seis bajativos importados. “Oye, linda —le dice don Algón muy amoscado—. ¿Así cenas todos los días en tu casa”. “No —replica con una gran sonrisa la muchacha—. Pero en mi casa nadie me quiere fornicar”...
 
Le preguntó alguien a un sujeto: “La persona con quien tuviste tu primera experiencia sexual ¿era hombre o mujer?”. “¡Caramba! —se inquieta el individuo—. Ahora que lo pienso, no tuve la curiosidad de preguntar”...
 
Cuando mi esposa y yo nos casamos —45 años se van a cumplir de eso— poseíamos una riqueza enorme: éramos pobres. No teníamos dinero para ir de viaje de bodas a Acapulco, que era entonces el puerto más de moda, y ni siquiera nos alcanzaba para llegar a la Ciudad de México. Así, nuestra luna de miel la pasamos en Guadalajara. Un año después regresé ahí. Entonces sí salí a la calle, y pude conocer las hermosuras de la preciosa Perla Tapatía, si me es permitida esa expresión inédita. No podía yo imaginar que alguna vez los tapatíos me adoptarían como suyo, y que me brindarían esa hospitalidad tan señorial, de hidalgos mexicanos, que todos los jaliscienses saben dar. En cierta ocasión fui a dar una conferencia invitado por la Cámara de Comercio de Guadalajara. Conocí entonces a su presidente, Raúl Alejandro Padilla Orozco. Recuerdo que me llamaron la atención sus dotes de excelente organizador; su dinamismo, el buen concepto en que lo tenían —pese a su juventud— los comerciantes y empresarios de mayor tradición en la ciudad. Pensé que un hombre así seguramente llegaría muy alto. No me equivoqué. Al paso de los años oí hablar de los logros de Raúl. Llegó a ser Presidente de la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio, y luego Diputado federal. En tal carácter preside la difícil Comisión de Presupuesto. Bajo su conducción es la primera vez —hasta donde yo sé— que durante tres años consecutivos esa Comisión ha logrado sacar en tiempo y forma el presupuesto nacional, y además con el consenso de todos los partidos. Ahora Raúl Alejandro aspira a poner su experiencia, su capacidad de trabajo, todas sus dotes de buen político al servicio de su comunidad, y es precandidato en la elección interna mediante la cual el PAN designará a su candidato a la alcaldía de Zapopan. Mis amigos me dicen que si Padilla Orozco es postulado, Acción Nacional tendrá prácticamente asegurado el triunfo en la elección final. Yo no sé mucho de política (de política nadie sabe mucho), pero estoy cierto de que Raúl Alejandro, a quien conozco bien, sería un excelente alcalde de Zapopan, y que haría en ese puesto el mismo magnífico papel que ha hecho en todos los cargos que ha tenido. Lo digo públicamente porque nadie debe hablar bien de un amigo a sus espaldas...
 
Un astronauta viajó a Marte. A su regreso un amigo le preguntó cómo eran las marcianas. “Son exactamente iguales a las mujeres de la Tierra —respondió el viajero—. Dos brazos; dos piernas; la misma cara; todo. En una cosa se distinguen: las marcianas tienen las pompis por delante, y las bubis en la espalda”. “Extraña anatomía —reflexiona el otro—. Se han de ver muy raras”. “Raras sí se ven —admite el astronauta—. Pero ¡vieras qué a gusto baila uno con ellas!”... (Nota del autor: sobre todo las pegaditas. Ya me imagino “Amor perdido”)...
 
FIN.

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