jueves, 19 de febrero de 2009

Inseguridad

De politica y cosas peores
 
La tía soltera de Pepito, mujer poco agraciada, contemplaba extática la majestad del bosque. Con emoción le dice a su sobrino: “¡No te imaginas, Pepito, cuánto amo a la naturaleza!”. Exclama el niño, igualmente conmovido: “¡Qué buena eres, tía! ¡Después de lo que te hizo!”...
 
La novia de Capronio le dice por teléfono: “Me embarazaste, infame, y sé que no puedo esperar nada de ti. ¡Voy a tirarme al río desde el puente!”. “¡Caramba! ---exclama el desalmado con sincera admiración---. No sólo eres magnífica en la cama. ¡Además sabes portarte como amiga!”...
 
El señor le dice a su hijo al tiempo que lo abrazaba estrechamente: “¡Felicidades, hijo! ¡Algún día recordarás este día como uno de los más felices de tu vida!”. “Pero, papá —responde con desconcierto el chico—. Mañana es cuando me caso”. “Precisamente —confirma el señor—. Alguna vez recordarás el día de hoy como uno de los más felices de tu vida”...
 
Propongo esta definición para que forme parte del Nuevo Diccionario Mexicano: “Director de Comunicación Social: Funcionario que tiene como tarea principal negar o aclarar las indejadas que su jefe dice”. En efecto, muchos de nuestros hombres públicos suelen ser pródigos en decires y escasos en pensares. A sus palabras no acompaña siempre esa virtud de sonoroso nombre, la sindéresis, que es sinónimo de discreción. Un ejemplo. El Secretario de Turismo fue a Cancún y dijo que a los medios de comunicación debe achacarse la responsabilidad por la mala imagen que tiene México en el extranjero. De inmediato su oficina de prensa se apresuró a decir que el Secretario no había dicho lo que había dicho. Parece que el señor es de aquéllos que creen que los hechos violentos no suceden si no son mencionados. La administración calderonista está empeñada en convencernos de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Tal se diría que su lema es la frase que acostumbraba decir Pompín Iglesias, aquel inolvidable comediante: “No pasa nada; no pasa nada”. Sin embargo la terca realidad se obstina en contrariar esa aseveración. El principal problema de este país es hoy por hoy el de la inseguridad. Tratar de ocultar la situación, o negar sus efectos es un empeño absurdo, un imposible empeño. Por eso yo no soy empeño, porque no quiero que digan de mí que soy absurdo o imposible...
 
Don Senilio, octogenario caballero, contrajo matrimonio con Pompana, frondosa mujer de 40 años. El médico del señor recomendó que en la luna de miel los esposos durmieran en habitaciones separadas, pues un solo acto de coición podía costarle la vida al desposado. Había que tomar en cuenta su edad, y los exuberantes atributos de la novia. Así, los hijos del maduro contrayente le reservaron a su padre el cuarto 101 del hotel, y para su flamante esposa pidieron la habitación 150, que estaba al otro extremo del largo corredor. A la mañana siguiente de la noche nupcial los recién casados bajaron a desayunar a eso de las 5 de la tarde. Pompana lucía una sonrisa de oreja a oreja; se le veía rozagante y satisfecha. Don Senilio, en cambio, se miraba lánguido, agotado. Sus hijos le preguntaron con inquietud el motivo de su evidente lasitud. Responde con feble voz el desposado: “Anoche le cumplí cuatro veces a mi esposa, y otras tres veces hoy”. “¡Siete veces en total! —sumó uno de los hijos, que era contador público titulado—. ¡Con razón te ves cansado!”. Responde el veterano: “No fue eso lo que me cansó. Hubieran podido ser más veces. ¡Lo que me dejó agotado fue tanta vuelta que tuve que dar de un extremo a otro del corredor!”...
 
FIN.

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