jueves, 19 de febrero de 2009

Es inútil detener el péndulo del reloj

Aquel hombre cumplió 80 años de edad, y ese día hizo algo muy extraño: detuvo el péndulo del reloj de la sala. Dijo que de ese modo la vida ya no se le iría tan de prisa como se le había ido.
 
Las cosas se sobresaltaron cuando no oyeron ya el tic tac que siempre habían escuchado, y decidieron ser ellas las que marcaran en adelante el ritmo de las horas. Comenzó a gotear el grifo con un tiempo medido; el postigo de la ventana se puso a golpear acompasadamente, y el alto candil osciló con imperceptible cadencia pendular.
 
Un día murió el hombre. En el instante mismo de su muerte la maquinaria del reloj volvió a moverse, y el péndulo dejó escuchar de nuevo su isócrono tic tac. Cesó entonces el goteo monótono del grifo; el postigo de la ventana quedó quieto, y el candil ya no se agitó más.
 
Nadie supo nunca nada de esto. Yo lo sé porque en la duermevela escucho lo que las cosas dicen. Debería callar lo que he oído, pero lo cuento para que todos sepan que es inútil detener el péndulo del reloj.
 
¡Hasta mañana!...

No hay comentarios: