En los ojos de esta pequeñita caben todos los paisajes del cielo y de la tierra. Son grandes esos ojos, y tienen la luz del misterioso mundo de donde acaba de llegar.
María Ángela se llama esta nueva nieta mía. Sus padres, Ale y Saira, la miran con infinito amor. Los miro yo a ellos, y el alma se me llena con ese amor que trajo a nuestra vida a esta dulcísima criatura.
Tienes el nombre de la Virgen, niña, y tienes tu propio nombre, pues eres un ángel que sabe ya reír y hacer globitos de saliva. Llevas todavía enredado en tus deditos un jirón de Dios. A él le damos gracias por ti, que traes a nuestra casa toda la gracia suya. Él te bendiga, como a nosotros nos dio su bendición contigo.
¡Hasta mañana!...
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