jueves, 12 de febrero de 2009

Agobiado

De politica y cosas peores
 
Don Languidio, señor de edad madura, iba a tener trance de coición con mujer joven. Al empezar las acciones pregunta ella: “¿No va usted a usar preservativo?”.
 
“Perdóname, linda —responde con voz feble el añoso galán—. Si en su estado natural batallo, ¿te imaginas si le pongo un peso adicional?”...
 
Capronio le dice a su amigo señalándole a un señor que iba por la calle: “Odio a ese hombre. Pronunció unas palabras que me echaron a perder toda la vida”. “¿Qué palabras fueron ésas?
 
—se inquieta el amigo—. Contesta Capronio, rencoroso: “Los declaro marido y mujer”...
 
Rosibel le cuenta a Susiflor: “Don Algón es un grosero. Me dijo que si hacía el amor con él me regalaría este reloj”...
 
Mañana haré aquí una declaración que conmoverá a dos naciones: Argentina y México. ¡No se la pierdan mis cuatro lectores en ambos países!...
 
Por los pasillos y corrillos de Washington, D.C., se escucha una versión seguramente apócrifa acerca de algo que le habría sucedido a Barack Obama la primera noche que pasó en la Casa Blanca. Según ese relato, el nuevo Presidente de Estados Unidos no pudo conciliar el sueño aquella noche. Se sentía agobiado por la grave responsabilidad que sobre sus hombros había recaído, equiparable sólo a la de escribir una columna diaria para este prestigiadísimo periódico. Insomne, desvelado, salió Barack del lecho, vistió una bata y encaminó sus pasos por los desiertos corredores de la mansión presidencial. Llegó a la rotonda donde están los bustos de los más grandes presidentes norteamericanos. Fue al de George Washington y le dijo: “Nuestra política exterior está marcada por conflictos que no somos capaces de solucionar. Tú fuiste el primero en la paz, el primero en la guerra y el primero en el corazón de tus conciudadanos, aunque sólo el segundo en aquellito, pues contrajiste nupcias con mujer que había tenido ya función de estreno. Dime: ¿qué debo hacer?”.
 
Respondió el marmóreo busto del Padre de la Independencia: “Ve al Congreso”. Se dirigió en seguida Obama a la efigie de Thomas Jefferson, y díjole: “Nuestra política interior está marcada por el escepticismo. La gente no cree ya en nosotros. Dime: ¿qué debo hacer?”.
 
Responde la imagen del fundador del republicanismo: “Ve al pueblo”. A continuación fue Obama a donde estaba el busto de Abraham Lincoln, y le dijo: “Nuestra economía está marcada por la bancarrota. El desempleo cunde; las empresas van a la quiebra; se tambalea el dólar; caen los depósitos bancarios. Hay una grave recesión. Dime: ¿qué debo hacer?”.
 
Responde con sombrío acento el busto de Lincoln: “Ve al teatro”...
 
Me resisto a dar crédito a esa anécdota, que tiene todos los visos de lo inverosímil. En efecto, Obama goza de buen sueño, según ha declarado su señora esposa, y no es creíble que haya pasado toda una noche sin dormir. Aun así la narración ilustra las difíciles condiciones económicas que arrostra la nación vecina. Y si eso dice pan de huevo ¿qué dirá cemita de agua.
 
Quiero decir, si las finanzas de nuestros poderosísimos vecinos andan en la lona ¿cómo andarán las nuestras...
 
(Nota: Aprovecho la ocasión para aclarar que esa expresión: “andar en la lona”, no se refiere a la lona del ring de boxeo. Alude a la que tienen las llantas bajo la cubierta de caucho. Cuando esa cubierta se desgasta por el uso, entonces aparece la lona, y eso significa que la llanta está en las últimas. De ahí viene la frase que hoy utilicé: “Andar en la lona”. Gracias)...
 
El señor cura visitó la casa de Pepito, y supo que el niño tenía un perico llamado “Gallito”. Le dice con voz dulce: “Tu periquito luce en la cabeza esas plumitas rojas. ¿Por eso se llama ‘Gallito’”.
 
“No —responde el niño—. Se llama así porque tiene la costumbre de tirarse a las gallinas”...
 
FIN.

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