lunes, 16 de febrero de 2009

El IFE y los partidos

De politica y cosas peores
 
El lunes es el segundo día de la semana. Y nunca segundas partes fueron buenas. Goza de mala fama el lunes: dice el refrán que en lunes ni las gallinas ponen. El alma se entristece —las almas suelen ser románticas, y tienden a la melancolía—, y el cuerpo, sempiterno burrito remolón, no quiere volver a la faena diaria.
 
El lunes es proclive al pesimismo. (Schopenhauer debe haber nacido en lunes). Leo acerca del IFE y me entristezco. Nacido para ser un organismo de los ciudadanos, ese instituto es hoy propiedad de los partidos, que lo manejan a su antojo. Y ciertamente los partidos no representan a los ciudadanos. Son entes de interés privado que en ocasiones llegan a ser negocios de familia, o empresas personales.
 
En manos de los partidos ha caído el IFE, que cada día inspira menos confianza y cada vez en mayor medida se vuelve instrumento para que los partidos conserven y acrecienten los gajes, prebendas, sinecuras, beneficios, prerrogativas, emolumentos, remuneraciones, lucros, ventajas, utilidades y provechos de que gozan. (Perdón: me faltó “canonjías”).
 
No cabe duda: los partidos han secuestrado a la democracia. Dramática es la frase, reconózcolo, pero la dije para poner un poco de color en la grisácea opacidad del lunes.
 
Resumiendo: el IFE y los partidos —todos— me tienen muy encaboronado. A fin de disipar ese encaboronamiento procedo a relatar algunas historietillas de humor pícaro...
 
El ginecólogo terminó su jornada de trabajo. Le dice a su última paciente: “Al final del día suelo tomar aquí mismo una copita. ¿No gusta usted una?”. “Creo que me caería bien” —responde la mujer—. El médico escanció las copas, y empezaron los dos una conversación amena. En eso se oyó que alguien entraba. Se asoma el doctor y dice luego con ansiedad a la señora: “¡Rápido! ¡Desvístase y abra las piernas! ¡Es mi esposa!”...
 
Don Geroncio, añoso caballero, casó con Pirulina, muchacha en flor de edad. Al empezar la noche de las bodas le dice a su flamante mujercita: “Vamos a ponernos de acuerdo, linda. Si pongo la mano en tu pecho, eso significará que tengo deseo carnal. Si la pongo en el mío, eso significará que tengo un infarto”...
 
El agente de seguros trataba de venderle uno a la señora de la casa. Le dice: “Supongamos que su marido muere. ¿Qué haría usted?”. Responde ella: “Me compraría un perro que me gruñera todo el día y un perico que se la pasara diciendo indejadas. Así no lo extrañaría tanto”...
 
Una pareja de esposos norteamericanos viajaba por Canadá. En el camino se perdieron. Llegaron a un pequeño pueblo, entraron en la única tienda del lugar y le preguntaron al hombre que estaba ahí: “Perdone, señor: ¿en dónde estamos?”. Responde con laconismo el individuo: “Saskatoon, Saskatchewan”. “¡Caramba! —exclama desolada la señora—. Realmente estamos perdidos. ¡Aquí ni siquiera hablan inglés!”...
 
La adivinadora de la suerte le dice a la ranita: “Conocerás a un guapo joven que querrá saberlo todo acerca de ti”. “¡Fantástico! —se alegra la ranita—. ¿Sucederá eso en el Bosque Encantado?”. “No —replica la adivinadora—. Sucederá en la clase de Biología”...
 
El niñito de tres años estaba en la tina de baño. Se mira sus partecitas y le pregunta a su mamá: “Mami: ¿esto es mi cerebro?”. Contesta la señora: “Todavía no, hijito”...
 
Don Cornulio llegó a su casa cuando no era esperado, y le extrañó encontrar a su esposa en la recámara, sin ropa alguna y presa de gran agitación. Sobre el buró había un cenicero en el cual humeaba un puro. Amoscado, le pregunta a la señora: “Y ese puro ¿de dónde salió?”. Se oye una temblona voz venida de abajo de la cama: “Creo que de Cuba”...
 
FIN.

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