viernes, 20 de febrero de 2009

Ley de la gravedad

El rey Cleto llamó a su primer ministro y le ordenó que declarara nula y sin efectos la ley de la gravedad. Acababa de oír hablar de ella, le explicó, y no recordaba haber firmado el decreto que la ponía en vigor.
 
El primer ministro recomendó prudencia. Al parecer esa ley regía en todas partes, y no era aconsejable derogarla así como así. Le pidió al soberano que escuchara la opinión de los sabios de su reino.
 
Éstos se preocuparon mucho. Le dijeron al rey que si abrogaba la ley de la gravedad las cosas saldrían volando por el aire. Él mismo podría salir disparado de la Tierra, y perderse en la vastedad del universo.
 
Pero el rey Cleto no admitía que en su reino tuviera vigencia una ley que no hubiese emanado de su voluntad. Hizo expedir dos decretos. En el primero anulaba la ley de la gravedad dentro de sus posesiones. En el segundo ordenaba a todas las cosas que se quedaran quietas y no salieran volando por el aire.
 
Ambos decretos fueron rigurosamente obedecidos. El rey Cleto está muy orgulloso de su autoridad.
 
¡Hasta mañana!...

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