lunes, 9 de febrero de 2009

Dios

Cuando esté en la presencia del Señor le diré que quise a los niños y a los perros; que gocé los crepúsculos y los amaneceres; que vi pasar las nubes y oí la voz del mar.
 
Le diré que canté algunas canciones; que escribí algunos versos; que reí bastante y lloré algo; que compartí con mis amigos el misterio del vino y la humildad del pan.
 
Le diré, sobre todo, que amé mucho. A veces no lo suficiente, quizá, y otras a lo mejor en modo desmedido, pero siempre con un sincero corazón.
 
Por último le diré que jugué intensamente el juego de la vida. Si gané o si perdí, eso no importa. Pero lo jugado no me lo quita nadie.
 
Todo eso le diré al Señor. Y entonces quizá me abrirá la puerta de su casa el autor de los niños y los perros; del día y de la noche; del pan y el vino; de la canción y el verso; del mar y de las nubes; y de esa canción y ese poema, de ese mar y esa nube: la mujer.
 
¡Hasta mañana!...

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