viernes, 13 de febrero de 2009

Mi Buenos Aires querido

De politica y cosas peores
 
Una mujer llegó al cuartel de policía y le dijo al oficial de guardia: “Un hombre me violó”. Pregunta el oficial: “¿Tiene usted algún dato que pueda conducir a la identificación del violador?”. “Sí -responde la víctima-. Era argentino”. Inquiere el guardia: “¿Cómo sabe usted que era argentino?”. Contesta, llorosa, la mujer: “Porque después de que me violó me hizo darle las gracias”...
 
Hay una piadosísima jaculatoria que dice: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. ¿Cómo dice un argentino esa jaculatoria? Dice: “Sagrado Corazón de Jesús: confía en mí”...
 
¿Cuál es la mejor universidad del mundo? Es Aerolíneas Argentinas. En el aeropuerto de Buenos Aires suben plomeros a sus aviones, y cuando el jet aterriza en otro país, de él salen ingenieros...
 
El cronista argentino de futbol narraba un partido entre Argentina y Brasil. “Hasta el minuto 16 del juego -decía-, el partido está empatado. Brasil: cero goles. Argentina: cero ¡¡¡golaaaazos!!!”...
 
Otro cronista señalaba: “Maradona es sin duda alguna el mejor jugador de futbol del mundo, y uno de los mejores de Argentina”...
 
En su cumpleaños un argentino toma el teléfono y llama a su mamá para felicitarla...
 
Un porteño llegó a una librería y preguntó: “¿Tenés un mapa mundi de Buenos Aires?”...
 
Otro argentino llenaba una solicitud de empleo. En el renglón correspondiente a “Sexo” puso: “Enorme”...
 
Es infinito el número de chistes que se cuentan acerca de los argentinos. En ellos se les describe como soberbios, presuntuosos, altaneros, jactanciosos, pagados de sí mismos, vanidosos, arrogantes, imperiosos, pedantes, inmodestos, engreídos, fatuos y orgullosos. Pues bien: mis andanzas de sempiterno homo viator, es decir caminante o peregrino, me acaban de llevar a Buenos Aires. Después del inicial deslumbramiento que causa siempre esa hermosísima ciudad, señorial y elegante lo mismo en sus barrios de más lujo que en los populares; después de ese primer pasmo de belleza, digo, lo primero que el visitante advierte es la amabilidad de los porteños, su gentileza y sencillez, su cortesía, su cordialidad. Ciudad de cultura es Buenos Aires, y eso se ve lo mismo en la conversación con el taxista que en el trato con el intelectual. Eso de la vanidad insoportable de los argentinos es falso invento derivado de una desgracia humana: los mentirosísimos clichés, esos estereotipos según los cuales los polacos y gallegos son tontos; los judíos avariciosos; mentirosos los árabes; los irlandeses, pendencieros y borrachos; los escoceses, cicateros; los mexicanos y puertorriqueños, ladrones, y así ad infinitum. ¡Cuánto daño hacen esas etiquetas, y cómo estorban a veces la buena relación entre los hombres! Cosa muy mala es el prejuicio, que nos impide ver con claridad las cosas. De mi visita a Buenos Aires regresé enriquecido por las mil cosas bellas que en esa ciudad vi, pero sobre todo por la gentileza y cordialidad de los porteños. Falso de toda falsedad es ese mito acerca de la soberbia de los argentinos. No dudo que haya alguno que se porte con altanería -tontos los hay en todas partes-, pero aquí doy urbi et orbi testimonio de la amabilidad y sencillez de la buena gente que en Buenos Aires conocí. De ahora en adelante oiré con mayor sentido, y con más grande sentimiento, la voz de Carlitos -que cada día canta mejor- al decir aquello de: “Mi buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver...”...
 
Relataba un erótico individuo: “Compré una versión abreviada del Kama Sutra, con instrucciones para hacer el sexo. Dice: ‘Adentro. Afuera. Repítase’”...
 
Le cuenta un señor a su amigo: “Anoche le di a mi esposa un placer muy grande en la recámara”. “¿De veras?” -se interesa el amigo. “Sí -confirma el otro-. Le dije: ‘¡Qué lindas cortinas compraste!’”...
 
FIN.

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