sábado, 21 de febrero de 2009

Partida secreta

De politica y cosas peores
 
Doña Facilisa fue a confesarse con el padre Arsilio. “Me acuso, padre —le dice— de que he engañado a mi marido”. Pregunta el buen sacerdote: “¿Cuántas veces”. Luego de un largo silencio inquiere Facilisa: “¿Tiene usted una calculadora”...
 
La linda maestra de Inglés le indica a Pepito: “Has terminado el primer curso. No tengo ya nada qué enseñarte”. Responde el precoz niño: “¿Puedo hacerle algunas sugerencias”...
 
La abuelita de Pirulina le daba sabios consejos. “Lo que debes hacer, hijita —le recomendaba--, es buscarte ya un hombre que te convenga”. “Lo estoy buscando, abuela —le asegura Pirulina--. Pero mientras tanto me divierto con hombres que no me convienen”...
 
Don Languidio tuvo trato de fornicio con una ávida muchacha que hacía comercio con su cuerpo. Al final del apurado trance le dice la codiciosa pecatriz a don Languidio, pensando en el dinero que éste le pagaba: “¿Cuándo lo haremos otra vez? Dígame el día”. Responde con voz feble el veterano: “Mejor te digo el año”...
 
Cosa de Perogrullo es señalar que la República es la cosa pública. Eso equivale a decir que pertenece a todos. Resulta contrasentido, entonces, que en una república haya partidas secretas. Es como si en un convento de trapenses hubiese una radiola. Ciertamente durante 70 años todo el erario estuvo a disposición del Presidente en turno, que tenía en el presupuesto nacional una enorme partida secreta de la cual podía disponer conforme a su voluntad omnímoda. Se supone, sin embargo, que la democracia ha de ser luz y pureza, pureza y luz, como el cristal de roca. Y se supone también que vivimos ya tiempos democráticos. La transparencia es entonces requisito sine qua non —y deje usted sine qua non: absolutamente indispensable— del buen manejo de los fondos públicos. Esa transparencia ha de extenderse a otros entes, como los sindicatos, que copiaron todos los vicios y corrupciones del aparato oficial, y los magnificaron. La democracia no ha llegado todavía a esas organizaciones. Mantienen sin cambio alguno la misma estructura que tenían en la época del PRI. Obligar por ley a los sempiternos líderes de esos sindicatos a rendir cuentas a sus agremiados es exigencia que ya no se puede postergar, y es también un paso muy importante en la urgente tarea de democratizar el sindicalismo mexicano, tan sujeto aún a las ataduras de antes...
 
¡Hoy! ¡Sí, hoy a las 6 de la tarde, en el Salón de Actos del Palacio de Minería, presentaré en la Feria del Libro mi más reciente obra: “La Otra Historia de México. Hidalgo e Iturbide: la gloria y el olvido”. Contaré anécdotas tan inverosímiles que parecen verdaderas; citaré datos estremecedores sobre los héroes que nos dieron Patria; diré cosas que siempre nos ocultó la mentirosa historia oficialista, y coincidiré contigo en el común amor a México, al que no puede dañar nunca la verdad. Te espero a ti, que perteneces al grupo de mis cuatro lectores queridísimos, para darte las gracias por tu afecto y tu amistad...
 
Desde lo alto del puente que cruzaba el río dos jactanciosos individuos estaban haciendo una necesidad menor. Dice uno de los presuntuosos tipos: “¡Qué frío está el río!”. Replica el otro: “Deja lo frío. ¡Qué hondo!”. (No le entendí)...
 
El viajero llegó a un país de Oriente, y el Primer Ministro le mostró cosas relacionadas con el sistema de justicia. Al visitante le llamó la atención ver una guillotina pequeñita, tan pequeña que cabía en una mano. “¿Por qué es tan pequeña esa guillotina
” —preguntó—. “La usamos para los violadores —explica el funcionario—. La Comisión de Derechos Humanos nos prohibió decapitarlos”... (Tampoco le entendí)...
 
FIN.

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