lunes, 14 de enero de 2013

Un drama santo. O un santo mamón.

Presente lo tengo Yo.
 
Entre mis viejos papeles de Saltillo colecciono un opúsculo impreso en nuestra ciudad en 1921, en la Tipografía de Simón de la Peña, que estaba en la calle de Iturbide (luego de Venustiano Carranza, ahora de Manuel Pérez Treviño) número 17.
 
En ese opúsculo se contiene el drama “Santa Cecilia”, escrito por don José Z. de la Peña, en tres actos y verso. De mucho éxito debe haber sido el drama aquél, pues la edición hecha por don Simón en ese año es ya la cuarta. A más de imprenta y papelería don Simón de la Peña ofrecía por medio de un anuncio al final del opúsculo “gran surtido en dramas, comedias, diálogos, monólogos y variedad de cuentos; estampas, oraciones, rosarios, escapularios, medallas y toda clase de artículos religiosos”.
 
Muy poderoso drama es “Santa Cecilia”. En él aparecen, a más de la protagonista, que debe tener 15 años, su padre Dióscoro, el procónsul romano, un ángel y muchos personajes más. “La escena —dice el texto— pasa en Roma a principios del siglo III en el imperio de Alejandro Severo”. Los versos de la obra son rotundos y sonoros:
 
Dice Cecilia:
 
“Virgen soy y virgen quiero
conservarme en este mundo,
por el afecto profundo
que tengo al Dios verdadero.
Jesús: recibe al instante
la humilde y pobre oblación
que te hace de corazón
tu adoradora constante.
Y por Ti mi pobre alma
aceptará los tormentos
y crueles padecimientos
y del martirio la palma;
que si es hermoso guardar
de mi castidad el lirio,
uniendo a ella el martirio
te agradará mucho más...”.
 
Toda la historia de Santa Cecilia aparece en la obra: su negativa a renunciar a su fe cristiana, su tormento en el agua hirviente y su decapitación final. Mucho debe haber conmovido a quienes vieron representar el grandioso drama de don José Z. de la Peña. El nombre de este dramaturgo, y la labor editorial de don Simón, deben añadirse a la gran tradición teatral de Saltillo, que desde siempre ha gustado de esa fiel copia de la vida que es el teatro, siquiera sea como descanso a las fatigas de ese gran teatro que es la vida.

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