martes, 22 de enero de 2013

Tango

Presente lo tengo Yo

Cantarlo es muerte, pero bailarlo es vida

En Radio Concierto tenemos un eslogan que se ha hecho famosillo. Lo usamos para anunciar el programa “Sabadito lindo”, de música bailable. Dice así el tal eslogan: “Bailar es la mejor cosa que un hombre y una mujer pueden hacer con los zapatos puestos”.

Pues bien: cuando una pareja baila tango parece que ni él ni ella traen puestos los zapatos, ni otra prenda alguna. Esa danza, voluptuosa y sensual, es una elegante imitación del acto amoroso. Digo “elegante imitación” porque —reconozcámoslo— el acto del amor no es elegante. “La bestia de las dos espaldas” llamaban los ceñudos Padres de la Iglesia al acto erótico. Afortunadamente el mismo acto nos coloca en posición de no poder juzgarlo. A Lord Chesterfield —al fin lord— el rito amoroso le parecía de mal gusto. “El placer es efímero —decía—, la posición ridícula, y el gasto de energía considerable”.

De nueva cuenta el tango se puso de moda. Había caído ya en el olvido. Apenas unos cuantos feligreses lo sostenían. En Monterrey existe un Club de Amigos del Tango a cuyas sesiones de vez en cuando asisto, como acudo también a las de trova yucateca en el Centro Cultural Fátima, de Garza García. Pertenezco igualmente al círculo llamado “La Hora Bohemia”, formado por cultivadores de la nostalgia. El himno de ese grupo es “Clavel del Aire”. Lo cantamos al principio y al final de las reuniones, puestos de pie, con la mano derecha sobre el corazón. Aquello es cosa de verse, si bien no de escucharse.

¿A quién debemos la resurrección del tango? Me temo que a Hollywood. En la película “Perfume de Mujer” bailó Al Pacino un tango de Gardel: “Por una cabeza”. Otro tango bailó Pablo Neruda, o su fantasma, en “Il Postino”. Merced a esos dos filmes el tango resucitó igual que Lázaro, pero más aprisa.

Bailar el tango es muy difícil. Cuando mi esposa y yo estamos bailando y la orquesta rompe a tocar un tango, salimos de la pista. Yo, que no me atrevería a oficiar misa, tampoco me atrevo a bailar tango. Misa y tango —sobre todo tango— son sólo para los consagrados.

Un cierto amigo mío, argentino, me contó una linda anécdota. Su padre era un gran aficionado al tango. Él, adolescente aún, desdeñaba la música tanguera. Y le decía su papá:

-No importa. El tango te está esperando.

Tenía razón: ahora mi amigo es tan devoto del género como lo fue su padre.

Alfonso Reyes dijo aquello de que “Clásico es lo que sin ser actual es actual”. Así vistas las cosas no cabe duda de que el tango es algo clásico. No van con este tiempo las quejas de Ladrillo; ni las evanescencias de las mujeres flacas, fanés, descangalladas; ni los aullidos trágicos del perro que llora bajo la cama la muerte de la muchacha tísica. Y sin embargo el tango sobrevive, y a todos nos está esperando.

No hay comentarios: