lunes, 28 de enero de 2013

Criterios políticos

De politica y cosas peores

El hombre que quiera tener sexo seguro debe hacerle esta importante pregunta a la mujer: “¿A qué horas llega tu marido?”…

“Sospecho que nuestro bebé fuma” –le dijo, preocupado, don Cornulio a su esposa. “¡¿Que fuma nuestro bebé?! —se escandalizó ella—. ¡Pero si apenas tiene tres meses de nacido! ¿Por qué dices que fuma?”. “Mira —razonó don Cornulio—. Yo no fumo. Tú no fumas. Y sin embargo las bubis te huelen a tabaco”…

Don Hamponio, preso en la cárcel por sus delitos y por no tener la nacionalidad francesa, le contó a un amigo que lo visitó en el reclusorio: “Comparto la celda con un tremendo negro. Cuando llegué me dijo que le tejiera un suéter, pues si no se lo tejía me haría objeto de abusos innombrables”. “¡Qué barbaridad! —se consternó el amigo—. Y tú ¿qué hiciste?”. Replicó, desafiante, don Hamponio: “¿Cuándo has visto a un macho como yo tejiendo?”…

En el reino infinito de las matemáticas las cosas obedecen a un criterio de exactitud. El álgebra postula: “Más por más da más; menos por menos da más; más por menos da menos, y menos por más da menos”. Si trasladamos esa fórmula al campo de la justicia, y simbolizamos con el signo positivo —más— el valor del bien, y representamos con el negativo —menos— al mal, podemos hacer entonces una especie de traducción moral: “Si alguien actúa bien y le va bien, qué bien. Si alguien actúa mal y le va mal, qué bien. Si alguien actúa bien y le va mal, qué mal. Y si alguien actúa mal y le va bien, qué mal”. Sin embargo en el mundo de lo humano la exactitud no existe. Hay quienes dicen, por ejemplo, que en el affaire Cassez los ganadores fueron —aparte de la mujer— los Presidentes de México y Francia. Yo pienso precisamente lo contrario. Creo que ambos mandatarios resentirán los malos efectos de este sucio asunto que en modo tan desaseado se manipuló desde su turbio origen hasta su opaco desenlace. Peña Nieto, que en Francia es saludado —aunque sea de mentiritas— como un gran demócrata, aquí es objeto de dura reprobación por la inmensa mayoría de los mexicanos, pues se le atribuyen los cabildeos que condujeron a la decisión por la cual Florence Cassez fue liberada y pudo salir de México. A raíz de este espinoso asunto la imagen de Peña Nieto sufrió un golpe muy duro, al menos si se observa el comportamiento de las redes sociales. En lo que hace al Presidente Hollande, este señor parece encarnar la actitud de cierta especie de franceses —los menos, ciertamente, pero muy representativos del orgullo galo, especialmente del parisino—, de quienes se dice en lenguaje popular: “Ils pétent plus haut que son cul”, se peen más alto que su culo. El mesié dio a la Cassez bienvenida de jefe de estado o heroína de una causa noble, seguramente para exaltar el patrioterismo de la masa, tan necia en Francia como aquí y en China, y para componer en algo su figura, tan deteriorada por sus erráticas medidas económicas. Quizá el tiempo demuestre que el Presidente de la Francia eterna abrazó y besó a la que muchos indicios presentan como una delincuente que escapó de su castigo por medio de triquiñuelas legaloides que sirvieron de instrumento a trapacerías de conveniencia política. Yo no tengo autoridad inmoral para hacer recomendaciones a los Presidentes. En mis artículos me atrevo cuando mucho a plantear alguna tímida sugerencia al vice sub ayudante suplente auxiliar del interino sustituto de elevadorista provisional adjunto en la sala penúltima de la intendencia en receso temporal. Pero si los ahora tan amigos Hollande y Peña Nieto me permiten una recomendación, les aconsejaré que por buen tiempo ni a Peña se le ocurra ir a Francia ni Hollande piense en venir a México. Quién sabe cuál de los dos recibiría aquí mayores abucheos, si el presidente mexicano o el francés…

Viene ahora un cuentecillo de color subido. Las personas que gusten de los tonos pastel en el humor harían bien en suspender aquí mismo la lectura y saltarse hasta donde dice FIN…

Dos huevos de gallina, uno hembra y el otro macho, se estaban cociendo en la olla. Dice de pronto el huevito femenino al tiempo que se veía la cáscara: “Mira, tengo aquí una abiertita”. Contesta el huevito masculino: “Ni caso tiene que me lo digas ahora. Todavía no me pongo duro”… (No le entendí)…

FIN.

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