De politica y cosas peores
El hombre que quiera tener sexo seguro debe hacerle esta importante
pregunta a la mujer: “¿A qué horas llega tu marido?”…
“Sospecho que
nuestro bebé fuma” –le dijo, preocupado, don Cornulio a su esposa.
“¡¿Que fuma nuestro bebé?! —se escandalizó ella—. ¡Pero si apenas tiene
tres meses de nacido! ¿Por qué dices que fuma?”. “Mira —razonó don
Cornulio—. Yo no fumo. Tú no fumas. Y sin embargo las bubis te huelen a
tabaco”…
Don Hamponio, preso en la cárcel por sus delitos y por no tener
la nacionalidad francesa, le contó a un amigo que lo visitó en el
reclusorio: “Comparto la celda con un tremendo negro. Cuando llegué me
dijo que le tejiera un suéter, pues si no se lo tejía me haría objeto de
abusos innombrables”. “¡Qué barbaridad! —se consternó el amigo—. Y tú
¿qué hiciste?”. Replicó, desafiante, don Hamponio: “¿Cuándo has visto a
un macho como yo tejiendo?”…
En el reino infinito de las matemáticas las
cosas obedecen a un criterio de exactitud. El álgebra postula: “Más por
más da más; menos por menos da más; más por menos da menos, y menos por
más da menos”. Si trasladamos esa fórmula al campo de la justicia, y
simbolizamos con el signo positivo —más— el valor del bien, y
representamos con el negativo —menos— al mal, podemos hacer entonces una
especie de traducción moral: “Si alguien actúa bien y le va bien, qué
bien. Si alguien actúa mal y le va mal, qué bien. Si alguien actúa bien y
le va mal, qué mal. Y si alguien actúa mal y le va bien, qué mal”. Sin
embargo en el mundo de lo humano la exactitud no existe. Hay quienes
dicen, por ejemplo, que en el affaire Cassez los ganadores fueron
—aparte de la mujer— los Presidentes de México y Francia. Yo pienso
precisamente lo contrario. Creo que ambos mandatarios resentirán los
malos efectos de este sucio asunto que en modo tan desaseado se manipuló
desde su turbio origen hasta su opaco desenlace. Peña Nieto, que en
Francia es saludado —aunque sea de mentiritas— como un gran demócrata,
aquí es objeto de dura reprobación por la inmensa mayoría de los
mexicanos, pues se le atribuyen los cabildeos que condujeron a la
decisión por la cual Florence Cassez fue liberada y pudo salir de
México. A raíz de este espinoso asunto la imagen de Peña Nieto sufrió un
golpe muy duro, al menos si se observa el comportamiento de las redes
sociales. En lo que hace al Presidente Hollande, este señor parece
encarnar la actitud de cierta especie de franceses —los menos,
ciertamente, pero muy representativos del orgullo galo, especialmente
del parisino—, de quienes se dice en lenguaje popular: “Ils pétent plus
haut que son cul”, se peen más alto que su culo. El mesié dio a la
Cassez bienvenida de jefe de estado o heroína de una causa noble,
seguramente para exaltar el patrioterismo de la masa, tan necia en
Francia como aquí y en China, y para componer en algo su figura, tan
deteriorada por sus erráticas medidas económicas. Quizá el tiempo
demuestre que el Presidente de la Francia eterna abrazó y besó a la que
muchos indicios presentan como una delincuente que escapó de su castigo
por medio de triquiñuelas legaloides que sirvieron de instrumento a
trapacerías de conveniencia política. Yo no tengo autoridad inmoral para
hacer recomendaciones a los Presidentes. En mis artículos me atrevo
cuando mucho a plantear alguna tímida sugerencia al vice sub ayudante
suplente auxiliar del interino sustituto de elevadorista provisional
adjunto en la sala penúltima de la intendencia en receso temporal. Pero
si los ahora tan amigos Hollande y Peña Nieto me permiten una
recomendación, les aconsejaré que por buen tiempo ni a Peña se le ocurra
ir a Francia ni Hollande piense en venir a México. Quién sabe cuál de
los dos recibiría aquí mayores abucheos, si el presidente mexicano o el
francés…
Viene ahora un cuentecillo de color subido. Las personas que gusten de los tonos pastel en el humor harían bien en suspender aquí mismo la lectura y saltarse hasta donde dice FIN…
Dos huevos de gallina, uno hembra y el otro macho, se estaban cociendo en la olla. Dice de pronto el huevito femenino al tiempo que se veía la cáscara: “Mira, tengo aquí una abiertita”. Contesta el huevito masculino: “Ni caso tiene que me lo digas ahora. Todavía no me pongo duro”… (No le entendí)…
FIN.
Viene ahora un cuentecillo de color subido. Las personas que gusten de los tonos pastel en el humor harían bien en suspender aquí mismo la lectura y saltarse hasta donde dice FIN…
Dos huevos de gallina, uno hembra y el otro macho, se estaban cociendo en la olla. Dice de pronto el huevito femenino al tiempo que se veía la cáscara: “Mira, tengo aquí una abiertita”. Contesta el huevito masculino: “Ni caso tiene que me lo digas ahora. Todavía no me pongo duro”… (No le entendí)…
FIN.
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