domingo, 27 de enero de 2013

¡Estos tiempos! (Y los que vienen).

Presente lo tengo Yo
 
El nombre de este artículo es demasiado dramático, pero de momento no se me ocurrió otro.

Narraré dos anécdotas que no tienen ninguna conexión entre sí, pero que tienen mucha conexión entre sí. La primera me fue contada por el dueño de un hotel local. Dos orientales se apersonaron ante el mostrador de recepción, y uno de ellos les dijo una palabra —una palabra sola— a las muchachitas que en ese momento atendían a la clientela del hotel.

Dicha palabra fue ésta:

—Putas.

Se azoraron las niñas al escuchar ese voquible, no por corto menos sonoro y expresivo. Pusieron tal cara las pobrecillas que el oriental repitió el término para mayor claridad y precisión:

—Putas.

Se volvió una de ellas hacia su compañera, que también había oído la contundente manifestación y estaba igualmente aturrullada. Las dos tuvieron un breve cambio de impresiones que incluyó la consideración de por qué los orientales estarían tan enojados con ellas. A una se le ocurrió ir por el gerente a fin de que dilucidara aquella delicadísima cuestión. Llegó el gerente, y en correcto inglés —juat ken ai du forrr yu— preguntó a los hombres de Oriente en qué podía servirlos.

—Putas —le contestaron ellos en español aún más correcto.

Entendió al fin el gerente: lo que esos señores demandaban es que se les consiguiera un par de esas que ahora, con exceso de letras, son llamadas “sexoservidoras”. En singular esa palabra consta de 13 letras. Contra 4 nada más de la otra voz. Hay mucha diferencia, y mucha dilapidación.

Ésa es la primera anécdota. La segunda es menos interesante, pero de cualquier modo es anécdota. Allá por los años cuarentas un cierto vecino de la Villa de Santiago hizo dinero. Vendió su casa de la Villa y compró una en Monterrey, en la calle de Hidalgo, porque ahí vivían los ricos. Poco tiempo después, sin embargo, los ricos se fueron a vivir al Obispado. Trabajó mucho el señor, y logró comprarse una casa en ese elegante y apartado barrio. Pero cuando llegó ahí los ricos se habían ido a vivir ya en la Colonia del Valle. Trabajó más el señor, y hace cinco años pudo al fin comprar casa en la del Valle. Entonces se enteró de que los ricos de la del Valle se estaban yendo a vivir a la Villa de Santiago.

Semejante fenómeno se ve ahora: por causa de la inseguridad mucha gente acomodada de México se va a vivir al otro lado. Ahí los emigrados se encuentran con la novedad de que por causa de los locos que se sueltan echando balazos, muchos de quienes viven en el otro lado se están mudando a Europa. Ahí descubren que muchos europeos se están viniendo a México, donde el dólar y el euro rinden mucho y donde hay muchas facilidades para que un extranjero que cae en la cárcel pueda salir de ella. En fin, el cuento de nunca acabar.

No hay comentarios: