viernes, 11 de enero de 2013

Trabajar día a día por México

De Política y Cosas Peores
 
“¿Tiene usted Viagra oftálmico?” -le preguntó Babalucas al encargado de la farmacia.
 
“¿Viagra oftálmico? -se desconcertó el hombre-. No creo que exista.
 
¿Por qué quiere usted Viagra oftálmico?”.
 
Responde el badulaque: “Es que voy a hacer el papel de gangster en una obra teatral, y el director me pide que tenga la mirada dura”.
 
Hoy se festeja el 95 aniversario de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo. Importante organismo es éste. Reúne a más de 250 Cámaras, 650 delegaciones, y tiene presencia en casi mil centros de población en la República. Los sectores representados por el organismo aportan el 53 por ciento del Producto Interno Bruto (dicho sea sin ofender a ese producto), y proporcionan más de la mitad de los empleos formales del país. La Confederación es actualmente dirigida por un saltillense: Jorge Dávila Flores. Lo conozco desde su juventud. Fue alumno del Ateneo Fuente en los tiempos en que yo era director de ese glorioso Colegio. Estudiante que obtenía las mejores calificaciones, era también magnífico jugador de futbol americano, lo mismo que su hermano José Luis. Para cualquier maestro es un orgullo ver que sus alumnos destacan en los varios caminos de la vida. Bajo la conducción de Jorge Dávila la Concanaco Servytur ha realizado promociones de tanto éxito como El Buen Fin, programa que este año favoreció a innumerables mexicanos, con ventas por casi 150 mil millones de pesos, 40 por ciento más que el año anterior, lo cual da idea de su éxito. Otro logro importante fue la campaña “Hablemos y Actuemos Bien por México”, gracias a la cual se ha conseguido atraer importantes inversiones extranjeras. En las actuales circunstancias nuestro país requiere la activa participación de todos los ciudadanos en la común tarea de hacer de México un lugar mejor para vivir. Ciertamente están cumpliendo esa misión los mexicanos que, por encima de todos los problemas y adversidades, trabajan día a día en el campo de la iniciativa privada. Celebro este aniversario de la Concanaco Servitur, y envío un cordial abrazo a mi ayer alumno y hoy amigo Jorge Dávila Flores.
 
Dice un moderno clásico: “La edad no protege contra el amor, pero el amor sí protege contra la edad”. Un proverbio de pueblo, sin embargo, contradice tan optimista afirmación. Propone ese aforismo: “Casamiento a edad madura, cornamenta o sepultura”.
 
Don Languidio, añoso caballero, pensó que aún había sol en sus tapias, y casó con Pirulina, frondosa mujer en flor de edad y dueña de magníficos atributos corporales. La noche de las bodas ella se le presentó ataviada con un vaporoso y blanco negligé. El maduro novio exclamó al verla: “¡Amada mía! ¡Tan pura y casta te ves que mi apetito varonil se frena ante tu virginal belleza!”. Y no la tocó ni con el pétalo de una cosa. La segunda noche ella vistió un negligé azul celeste. “¡Ángel del paraíso! -se extasió don Languidio-. ¡Ese color de cielo refleja tu virtud! ¡Ante ella retroceden mis impulsos de másculo en libídine!”. Y así diciendo se puso su piyama y su gorro de dormir y se entregó al sueño. Conducta poco airosa fue ésa, a juicio mío, pues Morfeo no debe estar donde Himeneo está. La siguiente noche Pirulina lució un negligé color de rosa. Prorrumpió con arrobo el senescente galán: “¡Mi vida! ¡Pareces una niña con ese atavío de infantil color! ¡Tu inocencia hace que se detengan, respetuosos, mis rijos de lubricidad!”. Y de nueva cuenta el provecto desposado no hizo obra de varón. Pirulina, que estaba ansiosa de gozar los deliquios del connubio, quiso suprimir los estorbos que imponían las ideas de virtud, inocencia virginal, candor de niña, etcétera, y esa noche se puso un negligé de encendido color rojo, con sensual liguero, brassiére de encaje transparente, medias de malla, pantie crotchless y zapatos de tacón aguja. “¡Ah! -se azaró don Languidio cuando la vio luciendo esa atrevida conmixtión-. ¡La natural inexperiencia de tu juventud te lleva a hacer renuncia de tu pudicicia! ¡Suplo esa falta con mi caballerosidad, y no me aprovecho de tu candidez!”. Y así diciendo la dejó otra vez medio vestida y totalmente alborotada. Esa noche Pirulina apareció cubierta con un negligé de color negro: “¿Por qué escogiste hoy tan severo color?” -le preguntó, inquieto, don Languidio. Respondió Pirulina: “Estoy de luto. Según he visto en las pasadas noches, hay algo por aquí que ya murió”.
 
FIN.

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